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viernes, 15 de junio de 2012

Muyahidines por la independencia de Cataluña

Armando Robles.- Convergència sigue rebasando todos los rubicones en su estrategia de ruptura con España. En un congreso de inmigrantes separatistas celebrado el fin de semana, el camaleónico Àngel Colom reveló algunas claves de la estrategia que los nacionalistas catalanes ya han puesto en marcha: “Laimplicación de los ‘nous catalans’ en este debate soberanista es indispensable”, indicó.
Al igual que el resto de fuerzas nacionalistas, CiU sabe que el lento proceso hacia la independencia de Cataluña está siendo contrapuntado por el escaso interés de la población catalana procedente del resto de España. Los ‘referéndum’ ilegales organizados en torno al derecho a la autodeterminación se han saldado en la mayoría de los casos con clamorosos fracasos para los organizadores y con datos de participación absolutamente raquíticos.
Para revertir dicha situación, los nacionalistas catalanes han decidido caminar por el alambre. Algunos, muy pocos, advierten acerca de la fatalidad de ese riesgo, sobre todo cuando se carece de una red que sirva al menos para evitar la mortalidad del golpe. Àngel Colom, él sabrá los motivos, es de los insensatos que apuestan por la nada aconsejable colaboración de los musulmanes en el proyecto soberanista. En el congreso de ‘Nous Catalans’ abogó sin complejos por una “normalizacion de la religión musulmana en todos los aspectos dentro de la vida cotidiana” y defendió la apertura ilimitada de mezquitas en todo el territorio catalán.
Los magrebíes residentes en Cataluña se dejan querer y abrazan ya la causa de la independencia como primer paso para la culminación de sus siniestros planes. Miran a Bélgica y Holanda, países de la extensión aproximada de Cataluña y en trance de ser fagocitados por la cultura islámica, y se envalentonan al pensar que un Estado catalán sería fácil presa para ellos. Si en el camino logran una presencia significativa en las instituciones y salpicar de mezquitas las grandes ciudades, tanto mejor. La batalla demográfica la tienen ganada, por mucho que el alcalde de Salt, Jaume Torramadé, se rasgue ahora las vestiduras por el panorama pavoroso al que se enfrenta su municipio.
Las declaraciones de Torramadé no hacen sino diagnosticar la esquizofrenia política que se ha instalado en el nacionalismo catalán. Mientras por un lado se advierte del peligro islámico, el mismo Ayuntamiento de Salt decide liberalizar la apertura de mezquitas. Mientras Duran i Lleida alerta del incremento de los ‘Mohameds’ en las escuelas catalanas, Colom establece que la independencia pasa precisamente por éstos. La esquizofrenia de los nacionalistas catalanes acaso les lleve a imaginar que los ‘Mohamed’ se limitarán a ser ‘convidados de piedra’ y que no exigirán nunca un razonable tributo por los servicios prestados a la causa. En este caleidoscopio alucinante, descuella la figura de Pilar Rahola, que nos alerta por un lado del cáncer que se está incubando en Cataluña, mientras por el otro dedica sus peores apóstrofes y sus más patéticas exhibiciones de histerismo a los catalanes dispuestos al empleo de métodos quirúrjicos para atajarlo, ahora que se está todavía a tiempo.
Todo apunta a que la independencia de Cataluña cuenta con la adhesión oficiosa del rey Mohamed VI de Marruecos, cuyo control de la población residente en Cataluña excedería en mucho al de cualquier dirigente catalán. Todo ello convierte a los nacionalistas catalanes en paradigmas de traidores: traidores a España y traidores a la esencia misma del pueblo al que dicen defender.
Si fueran personas sensatas y normales, si fueran hombres y mujeres con honor, si no estuviéramos hablando de auténticas heces humanas, debería inquietarles también la extrapolación del caso kosovar a una hipotética Cataluña independiente. Lo inquietante no es que el degenerado Colom quiera meterse en la piel de un serbio en Pristina, sino que mucha gente de su partido secunde esa estrategia demente y suicida. Los dirigentes de CiU se están retratando ante la Historia.
Por su parte, los gobiernos de España parecen amodorrados y sin capacidad de reacción frente al desastre. Y quien dice el Gobierno dice el Ejército español, cuyo vaciamiento espiritual y alejamiento del ideal defensivo le hace inservible para el objetivo de la defensa nacional. En la videoentrevista mantenida con Alerta Digital, el general Blas Piñar nos advierte claramente de la posibilidad de que el propio Ejército sea utilizado por la casta política como garante del proceso rupturista que puede abrirse en Cataluña.
Tampoco los medios informativos nacionales parecen estar por la tarea de porfiar contra el peligro, porque teniendo una oportunidad de oro para haber denunciado abruptamente, con toda la dureza que el caso exige, las conexiones de islamistas radicales con dirigentes nacionalistas catalanes y hasta con individuos muy concretos de instituciones encargadas de velar por la unidad de España, lo que hacen es guardar silencio.
El clima de putrefacción moral en el que se ha instalado la democracia española tuvo su corolario hace unas semanas, cuando el imán de Tarrasa lanzó un órdago a la convivencia pacífica y al mismísimo ordenamiento legal español. Las únicas reacciones oficiales que hubo no fueron más que mediocres requisitorias, llenas de eufemismos y tópicos, sin atreverse a lesionar susceptibilidades que posiblemente les inspiran terror.
Los islamistas radicales están penetrando lentamente en las principales ciudades de Cataluña. Algunos murmullos de desaprobación y el resto a mantenerse en la equidistancia. El guión es el que se ha seguido escrupulosamente en el resto de Europa. Cada vez que los musulmanes han hecho alarde de su salvajismo y de sus intenciones sedicentes, la casta política nos hizo creer que se trataba de acciones decididas por propia iniciativa de los participantes, ajenos a la filosofía pacificadora y cándida del islam, y al margen por supuesto de las directrices de las organizaciones islámicas internacionales a las que pertenecen o con las que simpatizan.
En definitiva, que la naturaleza artera y camaleónica de los islamistas encaja a la perfección con lo que los nacionalistas catalanes esperan de ellos: su implicación en un proceso de guerra contra España. De ahí a que algunos países comiencen a enviar a sus muyaidines dispuestos a inmolarse por la fragmentación de Al Andalus, sólo media un paso. Un hecho sintomático: Cataluña es la región europea con mayor número de salafistas. Si se les ordena que abracen estratégicamente el separatismo catalán, lo harán sin pestañear. Al resto de los españoles, entonces, quizás sólo nos quepa rezar para que los nacionalistas catalanes, ellos y sus hijos, sean los primeros en pagar dolorosamente las consecuencias de sus criminales actos.

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