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lunes, 8 de junio de 2015

Fascismo frente al marxismo.

La necesidad ha creado la realidad del fascismo, frente a la disolvente, energuménica y suicida ideología marxista. El marxismo predica la inhumana lucha de clases, base de odios e injusticias, de criminales reacciones y de aniquiladores exclusivismos. El fascismo levanta la doctrina de la concordia y la ayuda mutua entre todas las clases sociales, la armonía de todos los órganos de la producción para conseguir una mayor equidad distributiva. El marxismo aspira y tiene por fin inmediato la dictadura del proletariado; la tiranía, pues, de una clase sobre todas las demás de un pueblo, prolongando la oprobiosa tesis de vencedores y vencidos. El fascismo propugna la formación de un Estado corporativista en el que sin intermediarios políticos, avisados y embusteros, ni parásitos de ninguna especie, todas las clases de una Nación, por medio de Sindicatos y agremiaciones, tengan participación en la gobernación del Estado. El marxismo esclaviza a los más, en provecho exclusivo de un partido. El fascismo, por el contrario, beneficia por igual a todas las clases sociales. El marxismo es materialista y ateo. El fascismo es fe y es espíritu. El marxismo al destruir los fundamentos de la institución familiar, célula formativa del principio nacional, intenta aniquilar el concepto de la Patria. El fascismo protege el desenvolvimiento familiar, cooperando al engrandecimiento de la Patria. El marxismo es odio, es sangre, es destrucción, es retroceso. El fascismo es compenetración, es progreso, es bienestar. El marxismo es la negación de la tradición y de la historia de los pueblos, como si la experiencia reiterada de las generaciones fuera un inútil bagaje. El fascismo, al recoger todas las enseñanzas del pasado, adaptándolas a las urgencias actuales, sirve de puente salvador de la civilización y la cultura. El concepto materialista del marxismo anula todo lo que de más noble tiene el espíritu humano, precipitando al hombre en la irresolución de sus problemas espirituales. El fascismo, por el contrario, al armonizar el problema social con un concepto poético de la historia y la vida, crea la más alta y generosa temperatura mental. El marxismo es desorden, es anarquía, es disgregación, en provecho de unos pocos. El fascismo es orden, es unidad y es autoridad en beneficio de todas las clases sociales. El marxismo persigue a la Religión. El fascismo hace suya la norma evangélica: Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Ernesto Jimenez Caballero.

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