Publicado 26 septiembre, 2015 |
Por Juan Manuel de Prada
El obispo de Solsona, Xavier Novell, ha evacuado una carroña titulada «Per ells» («Por ellos») en la que, además de calificar de «referéndum» las elecciones catalanas, exhorta a sus feligreses a «participar en el día más importante de su historia como pueblo»; y, a la vez, solicita que en todas las iglesias de Cataluña repiquen las campanas, para «despertar a todo el mundo y anunciarles que ha llegado el día de la libertad». Las hipérboles que emplea Novell son, desde el punto de vista retórico, mostrencas y grimosas; y su gusto por el solecismo nos confirma que su autor está reñido con la sintaxis (que, como nos advertía Valéry, es una facultad del alma). Pero, por supuesto, la carroña episcopal no se detiene en el anacoluto, la prosa mazorral y las imágenes ineptas; pues a una forma deplorable corresponde siempre un fondo fétido: «Conocéis la candidatura que quiere aglutinar el “sí” que facilite un reconocimiento internacional al proceso de la independencia», escribe; y también: «Sabéis que el éxito de este referéndum depende de la participación, y todos conocéis personas, parientes o vecinos, que para votar necesitan que algunos les anime y acompañe». Para rematar, con la mayor desfachatez: «Si no sabéis qué votar, escuchad a vuestros hijos y nietos mayores de edad. Lo que decidimos es el futuro de Cataluña y el futuro es de ellos. ¡Tantas cosas habéis hecho por ellos! ¡Votad, también, por ellos!».
No entraremos aquí a valorar estas opiniones políticas; aunque sí quisiéramos recordar a los católicos zombis a quienes basta que un obispo sea «conservador» para que lo consideren fetén que a este Novell lo hicieron obispo precisamente por ser «conservador»: el típico cura jotaemejotero que parece una ametralladora de paparruchas sentimentaloides; un fan exaltado de Juan Pablo II que lo mismo abronca a las adolescentes por entrar con minifalda en la iglesia que considera que la misa «es un plató improvisado ante los feligreses». Hace algunos años, Novell ya nos sorprendió afirmando que la Madre de Dios, «habiendo nacido en un país ocupado y oprimido, sabe bien lo que significan las esteladas»; y ahora proclama el advenimiento del «día de la libertad», confundiendo unas elecciones con la Parusía. Siempre me repugnaron estos cuervos que deshonran la sangre del Cordero, matando la fe de las ovejas y suplantándola por un sucedáneo politiquillo. Ellos saben mejor que nadie que Cristo nunca hizo llamamientos de esta especie, aunque su pueblo sufriese el yugo romano, porque la liberación que traía era de otra naturaleza muy diversa; y saben también que el único poder político legítimo es el que viene de Dios (cuestión política medular que, sin embargo, callan muy bellacamante). También saben que, entre los discípulos de Jesús, hubo un traidor que pretendió adulterar su Evangelio, utilizándolo para el proselitismo político. Sólo que al menos Judas tuvo la dignidad de ahorcarse, mientras que estos lobos disfrazados de corderos no hacen sino evacuar carroñas, para confundir a la poca grey que les va quedando, después de ahuyentarla con su bazofia politiquilla.
Entre las afirmaciones cursis de Novell merece señalarse una, por su notoria sensibilidad anticatólica. Me refiero a ese pasaje mentecato en el que exhorta a sus feligreses a fiarse del voto de sus hijos y nietos. Es natural que los Judas de aldea, que tanto gustan de adulterar la Revelación, quieran también parodiar la otra fuente de la fe, la Tradición, sacándose de la manga una grotesca contra-tradición que convierte a nietos e hijos en fuentes de sabiduría para los padres. Hay ocasiones en que no hay dogma que desafíe más la razón (y ponga más a prueba la fe) que el de la sucesión apostólica.
Fuente: Diario ABC
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