El pasado sábado 8 de febrero tuvo lugar en Madrid el homenaje unitario a Matías Montero. Al evento acudieron militantes de FE de las JONS y de FE / La Falange (con sus Jefes Nacionales), además de representantes de la Hermandad de la Vieja Guardia, la A.C. In Memoriam Juan Ignacio y falangistas no adscritos a ningún grupo en concreto (entre ellos el veterano Ceferino Maestú y antiguos militantes del Frente de Estudiantes Sindicalistas y de FE de las JONS-Auténtica). Y no sólo los asistentes eran de Madrid, ya que Valladolid, Ávila, Segovia, Toledo y Cataluña aportaron un pequeño pero significativo número de falangistas que se niegan a que el recuerdo y el valor de los caídos caigan en el olvido. El acto fue breve pero sincero y digno. En primer lugar, un militante de FE de las JONS leyó la Oración a los caídos de la Falange de Rafael Sánchez Mazas; después, un militante de FE / La Falange pronunció un discurso escrito por Gustavo Morales. Tras las lecturas de los jóvenes, Carlos Batres dirigió el canto del Cara al Sol y los gritos de rigor para homenajear a quienes nos precedieron en la lucha, especialmente a aquel joven Matías Montero cuyo sacrificio tanto marcó los años de la Falange fundacional. Como nota positiva, además del número y militancia diversa de los asistentes al acto está la notable presencia de jóvenes, lo que demuestra que el cuerpo total de doctrina de la Falange sigue teniendo algo de arraigo y atracción para la juventud española de hoy. DISCURSO MATÍAS MONTERO. Matías Montero ha superado su cualidad humana para trascender como símbolo de valor, entrega y sacrificio. Voluntario en un hospital, antiguo afiliado a la FUE reconvertido en jonsista, estudiante, Matías era un modelo y Francisco Tello Tortajada, su asesino, disparó sobre él porque representaba la donosura y la gracia que jamás podría alcanzar. Uno murió por amor a España, el otro mató por odio. Matías Montero volvía de ejercer su voluntariado en un hospital para salvar personas, Francisco Tello esperaba en la oscuridad de la calle para matar personas. Tuvieron que ser, una vez más, las balas del rencor quienes frenaron la canción de su vida. En nombre de Matías Montero: Venimos por levas. No prometemos nada, no ofrecemos nada, no traemos privilegios ni favores. Venimos a por hombres con conciencia de serlo. Buscamos centinelas que vigilen, que garanticen el sueño tranquilo de los hombres y las mujeres de nuestra nación. No, no es nuestra tarea velar por los televisores o las lavadoras de nuestros compatriotas. Rechazamos el papel de ser guardia pretoriana de la paz embrutecida de hordas de niñatos borrachos que bucean en el fondo del vaso a la busca del sentido de sus vidas estériles. Pedimos centinelas, vigías que defiendan alegres y feroces la dignidad de los hombres y las tierras de España, hombres que garanticen en silencio que sus padres puedan andar por la calle con la cabeza en alto, a quienes sus madres miren con orgullo. Llamamos a las levas, centinelas que escruten nuestras fronteras para detener la invasión soterrada de culturas foráneas, del hegemonismo anglosajón, que formen un frente de apretadas filas ante los colonialistas de corbata y maletín, ante los becerros de oro, ante los ídolos de palacio y Visa oro. Entre el Cid y los banqueros, optamos clara y abiertamente por el Cid. Tampoco a tales centinelas les ofrecemos nada sino sacrificio. Sí, sacrificio, ¿cuánto tiempo hace que no oís esta palabra? Quienes vigilen el muro han de ser duros, muy duros; duros con su propia falta de fe, duros con sus tentaciones de dejarse llevar por una vida muelle, duros con la tendencia a sentirse superiores y con derechos de señor de horca y cuchillo. Duros con quien maltrata al débil, con quien humilla a la mujer, con quien embrutece al niño. A cambio sólo damos un hueco en nuestras filas, sin preguntar de dónde vienes ni quién eres. Cito a alguien que no era azul pero sí español, profundamente español: “La muerte junto al fusil, antes de que se nos afrente, antes de que se nos humille, antes que se nos destierre y antes de que entre las cenizas que de nuestro pueblo queden, arrasadas sin remedio, gritemos amargamente: ¡Ay España de mi vida, ay España de mi muerte!”. Pan para el cuerpo, imperio para el espíritu.
http://www.youtube.com/watch?v=1mMri6xiQZQ#t=347
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