Ramiro Ledesma Ramos nace en Alfaraz de Sayago (Zamora) el 23 de mayo de 1905, hijo de un maestro de escuela sin recursos excesivos pero con una amplia formación cultural. Con apenas dieciséis años se trasladará a Madrid donde trabajará como funcionario de Correos, recibiendo destinos varios durante unos años hasta ser destinado definitivamente en la capital. Su procedencia social, de la clase media baja, le marcará profundamente, sintiéndose ajeno al tiempo que partícipe de las luchas sociales de la década de los años veinte. Autodidacta, no tendrá una familia adinerada que le sustente ni un apellido que le introduzca en el Madrid de la Dictadura primorriverista. Allí estudia y lee intensamente todo lo que cae en sus manos, filosofía francesa en especial. Pronto, como superación de la que hará siempre gala, comenzará a interesarse por la filosofía alemana, lengua que aprenderá gracias a sus esfuerzos para poder traducir a los autores germanos. Su pericia en la lengua de Goethe llegará a tal grado que será traductor al castellano de varios trabajos de filosofía que se publicarán en Madrid. Este aspecto será sin lugar a dudas una de las diferencias que haga que, cuando se lance a la arena política, no pueda compartir la visión meridional del fascismo prefiriendo la sobriedad del nacional-socialismo aunque, en honor a la verdad, sea difícil de encuadrarlo en esta corriente ideológica.
Siendo aún adolescente había manifestado inquietudes literarias. Entre 1923 y 1925 escribe varios textos menores, “El vacío”, “El joven suicida” y “El fracaso de Eva” son los nombres de algunos de estos trabajos que se conservan y que jamás fueron editados. En 1924 ve la luz su primer libro, publicado gracias a la contribución financiera que hace su tío, por la editorial Reus de Madrid su novela autobiográfica “El Sello de la Muerte”. Es un texto de claras referencias existencialistas e irracionalistas, consecuente con su pensamiento (Ramiro estudia a Nietzsche, Bergson, Kierkegaard) que le llevará a romper con todo el movimiento positivista y racionalista de la época. Estas lecturas y visión filosófica le marcará su futura trayectoria política, tan alejada del iusnaturalismo y tradicionalismo español. Se afirma siempre que esta novela es un exponente de las influencias de Unamuno en Ramiro Ledesma, sin embargo está más cercano a las posturas barojianas (El árbol de la Ciencia) que bebía de las mismas fuentes rebeldes e irracionalistas. Poco después, el mismo año escribe “El Quijote y nuestro tiempo”, esta vez sí un homenaje al viejo maestro de Salamanca, Unamuno, ya modificando sustancialmente su estilo y visión. Este texto permanecerá inédito hasta que en 1971 Tomas Borrás lo publique, si bien censurado levemente.
En 1926 se matricula en la universidad de Madrid, en la facultad de Filosofía y Letras, carrera que concluirá en 1930, además de en Ciencias Exactas (que no logrará finalizar al lanzarse en 1931 a la arena política). Estos años son de intenso estudio (que no interrumpirá ni siquiera durante los largos meses de su servicio militar que cumple entre agosto de 1926 y octubre de 1927) y de la mano de Ernesto Giménez Caballero así como de César Arconada, secretario de La Gaceta Literaria y vecino de Ramiro en Cuatro caminos, se introducirá en lo más granado del pensamiento filosófico de la época. Estrechará allí, en esas tertulias, amistad con muchos de los que serán posteriormente sus más cercanos colaboradores políticos pero también con la flor y nata de pensamiento español. Se le abrirán las puertas de “La Gaceta Literaria” y de la prestigiosa “Revista de Occidente” junto a otras revistas vanguardistas en lo cultural y lo filosófico de la época. En el Ateneo de Madrid Ramiro, a sus apenas veintipocos años, es una figura consagrada, una promesa intelectual admirada por todos. Ortega y Gasset se convierte en su principal maestro introduciéndole en el complejo mundo de la filosofía alemana. Así leerá a Ottogaard, Hegel, Scheler, Meyerson, Rickert, Hartmann, Heidegger, Fichte, y un largo etcétera. Su afición por las matemáticas le es de gran ayuda para la filosofía así como su dominio del alemán. Traduce y trae a España muchos de estos autores. No en vano deberá ser recordado como el introductor de Einstein y de Heidegger en España así como Scheler, la fenomenología y el Gestalttstheorie. Sus escritos, complicados para los profanos, son elaborados y de una gran altura intelectual, aún alejados de cualquier atisbo político. La lista de trabajos publicados entre 1928 y 1930 impresiona no sólo a los profanos sino a los mismos expertos en estas lides al salir de la pluma de un joven funcionario de correos.
Mientras estudia y se sumerge en el mundo de la filosofía (y las matemáticas, no lo olvidemos), descubre los movimientos vanguardistas en la literatura y el arte. Junto a sus compañeros de La Gaceta Literaria, y sobre todo gracias a Giménez Caballero, participa Ramiro de esta nueva corriente que irrumpe y desea destruir el viejo mundo del arte para hacer llegar las vanguardias a España. Como en Italia, donde el futurismo de Marinetti se alía junto al fascismo para destruir los cimientos del decadente estado italiano, en España reclaman estos jóvenes una salida artística a la crisis final de la Restauración canovista. Así se entiende que del arte a la política activa medie apenas si un paso. Muchos de los miembros de La Gaceta Literaria se convertirán en comunistas, otros en fascistas. Es el reflejo de una época y de una generación rebelde que se hundirá en el torbellino de la contienda civil. La profunda amistad que les unían entorno al arte y las letras se truncará conforme la falla se ahonde entre las dos Españas a las que se refería Machado y que fue una triste realidad.
El año 1931 es decisivo en su vida. Tiene veinticinco años y decide dar un giro radical y lo que fuera una prometedora trayectoria intelectual se convierte en la vida de un activista y militante político, aunque esta tendencia se podía atisbar en escritos anteriores. ¿Se estaba truncando un gran intelectual por lo efímero de la política? Quizás de no haber tomado esta determinación crucial hoy el Ramiro filósofo sería un personaje consagrado en las enciclopedias. Este “todo por el todo” es el paso del Ramiro filósofo al Ramiro político. No había duda. Había sido contagiado, como tantos otros de su generación, por lo que Mussolini llamó “la enfermedad del siglo XX”: el Fascismo.
Políticamente Ramiro como doctrinario es casi tan importante y mucho más conocido que por su faceta intelectual. Éste sentará las bases de la ideología nacional-sindicalista que harán suyas después Falange Española y, al menos en su fachada, el franquismo. Primero con el semanario La Conquista del Estado (año 1931), un semanario con profundas reminiscencias malapartianas, después con las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (J.O.N.S.) Ramiro Ledesma intentará dar forma política a su pensamiento filosófico (años 1932-1933). Durante los años de la IIª República, Ramiro Ledesma sienta los fundamentos ideológicos, da las consignas, los lemas y símbolos que llevará consigo a la Falange de José Antonio Primo de Rivera, el hijo del Dictador y que por entonces se lanzaba igualmente a la arena política, cuando se fusionan en 1934 ambas formaciones políticas.
Igualmente es interesante apuntar las relaciones que tuvo Ramiro Ledesma con los grupos inconformistas franceses de los años 30 y la influencia que ejercieron sobre su pensamiento político. Nos referimos a los contactos con los grupos de Ordre Nouveau franceses, la revista Plans y todo el círculo de intelectuales inconformistas que en esa década innovaban el mundo de la cultura y política gala. Ningún biógrafo de Ramiro ha observado esta relación, y la hubo. Ramiro Ledesma Ramos puede considerarse como el representante español de este grupo que el catedrático suizo Armin Moehler ha llamado la Revolución Conservadora. Por este término se comprende al grupo de jóvenes intelectuales salidos de la crisis de la Primera Guerra mundial (en España será de la Dictadura Primorriverista) que en Alemania, Italia, Francia intentan conjugar el nacionalismo con la necesidad de una revolución social. Evidentemente es un espectro complejo y amplio, demasiado amplio para siquiera repasarlo aquí. Los más activos exponentes de este grupo, predecesor del nacional-socialismo y del fascismo italiano, acabarán por unirse a uno u otro bando, muchos en el comunismo pero muchos al fascismo. Destacarán los llamados Nacional-Bolcheviques, ubicados entre el fascismo y el comunismo, cuya ideología nacional-revolucionaria no logró alcanzar una implantación social. Por el lenguaje político ramirista algunos han intentado asimilarle a este grupo pero sin dar pruebas de la existencia de esta relación, sirviéndose más de sus intuiciones (1). Hoy podemos afirmar, sin lugar a dudas, por la documentación que obra en nuestro poder y que será hecha pública en un trabajo que preparamos en breve, que Ramiro Ledesma podría haber tenido relaciones con los nacional-revolucionarios europeos lo que habría sido consecuente con su espíritu soreliano de la política. Espíritu igualmente tan cercano a los anarcosindicalistas de Ángel Pestaña en España, que ha sido reivindicado constantemente por los sectores con mayor inquietud social del nacional-sindicalismo. Si hubo alguien que aquí supo interpretar a George Sorel y el sindicalismo revolucionario procedente del socialismo revisionista, éste fue Ramiro Ledesma.
¿Era entonces Ramiro fascista? Siempre evitó la excesiva utilización de esta etiqueta, que por otro lado no rechazaba, pero será él mismo el que advierta, cuando algunos fascistizados se escandalizaban ante este concepto que (el fascismo) no es sino “en su más profundo aspecto el propósito de incorporar a la categoría de soporte o sustentación histórica del Estado Nacional a las capas populares más amplias” (2) y que por tanto era una concepción innovadora de la sociedad, capaz de enfrentarse al Marxismo y al Parlamentarismo burgués que el joven sayagués veía con una simpatía más que evidente. No podemos definirle como tal, pero seguramente fue el representante más genuino que tuvo España de esta corriente de pensamiento político, y el que menos influenciado estuvo por el tradicionalismo reaccionario del siglo XIX. Otro aspecto completamente distinto es divagar sobre si hubiera tomado el mismo derrotero que muchos intelectuales de la Revolución Conservadora europea; abandonando el Fascismo al descubrir la monopolización del mismo que harán sectores derechistas.
Defraudado por la trayectoria que él considera excesivamente reaccionaria de Falange, y por cuestiones de estrategia propagandística, se separa de este partido a principios de 1935 y comienza su última etapa político-intelectual. No en vano su trayectoria filosófico-vital era absolutamente incompatible con la visión política de José Antonio Primo de Rivera y los demás dirigentes falangistas, mucho más cercanos a las posturas tradicionalistas del pensamiento nacionalista español, aunque tuvieran una evolución interesante y adecuada al momento. Es en estos dos últimos años de su vida cuando escribe su famoso Discurso a las juventudes de España, auténtico compendio del ideario revolucionario y radical de Ramiro Ledesma que había comenzado a redactar en 1934, así como ¿Fascismo en España? que firmará con el seudónimo que utilizaba en la revista JONS. Roberto Lanzas. En este libro, último que publicará antes de morir, repasa la trayectoria de los grupos fascistas españoles (el grupo de La Conquista del Estado, Falange, J.O.N.S.) Siendo la mejor guía para comprender su fracaso al analizar las causas que han generado la incapacidad para imponer una formación de corte fascista en España. Es ya un Ramiro desengañado con la realidad española pero que sigue militando en el activismo político.
Ya en la soledad que significa haber abandonado Falange edita La Patria Libre, un semanario desde donde se pretendió reagrupar a los jonsistas fuera de la disciplina falangista pero tras escasos números debe suspender su publicación por falta de fondos. En el verano de 1936 decide lanzarse de nuevo a la aventura periodística y funda, del que saldrá tan sólo un único número, Nuestra Revolución, a principios de julio de 1936. Queda menos de una semana para que estalle la contienda civil.
En el verano de 1936 es detenido en el Madrid republicano y el 29 de octubre ejecutado por milicianos del Frente Popular y arrojado a una fosa común en Aravaca, en las afueras de Madrid. Sobre su muerte han circulado distintas versiones, aunque todas coinciden en destacar la valentía ante la muerte demostrada por Ramiro Ledesma cuando era encañonado y, finalmente, asesinado por sus ideas. Cuando su maestro Ortega y Gasset tuvo noticia del suceso no pudo, sino estremecido, exclamar: “No han matado a un hombre, han matado a un entendimiento”.
Mitificado, pero sobre todo censurado veladamente (La Iglesia Católica llegó a exigir que se incluyera en el índice de autores prohibidos) en el Franquismo, Ramiro Ledesma será considerado uno de los fundadores del nacional-sindicalismo en la propaganda del régimen. Oficialmente estaba en el Panteón de los Héroes falangistas pero desgraciadamente era escaso el interés de analizar su pensamiento. Aún es inexplicable que se permitiera a Santiago Montero Díaz, un catedrático gallego, amigo de juventud de Ramiro Ledesma y su principal valedor en la España franquista, jonsista fiel hasta las últimas consecuencias, publicar sus escritos filosóficos en 1941, pero pasaron sin pena ni gloria. Mientras, el mismo año Ximénez de Sandoval, biógrafo apasionado de José Antonio Primo de Rivera, comenzaba la labor de acoso y derribo de la memoria de Ramiro Ledesma al que pronto seguirían otros con el beneplácito de los medios oficiales (3). Su figura siempre quedó relegada tras la sombra del omnipresente José Antonio Primo de Rivera, mucho más adaptable a la ideología de la Nuevo Estado del Generalísimo Franco. No sería hasta finales del franquismo cuando autores como Sánchez Diana o Tomás Borras intentarán rescatar el legado de Ramiro Ledesma, pero sin mucho éxito.
Durante la Transición algunos dirigentes falangistas desearon reivindicar al Ramiro político pero eran pocos los que conocían del Ramiro filósofo y ello hizo que mal interpretasen al Ramiro político. Lo uno es inseparable de lo otro. Sin embargo, por lo que siempre les estaremos agradecidos, la familia Ledesma realizó un importante esfuerzo por publicar sus trabajos durante esos años. Además vio la luz una nueva y ampliamente difundida edición de sus escritos filosóficos gracias a la editorial Tecnos de Madrid en 1983. De todas formas el Ramiro filósofo sigue aún siendo un desconocido, tanto para los historiadores como los interesados en este período de la historia del pensamiento político español.
En vista de esta situación, editar nuevamente, en vísperas del 75 aniversario de su aparición, la novela juvenil El Sello de la muerte que escribiera Ramiro a sus apenas dieciocho años nos podrá ayudar a tener una visión mucho más precisa y amplia del Ramiro filósofo pero también del Ramiro político. Nos facilitará la comprensión de ese inconformista e intelectual rebelde que dio esa generación de pensadores jóvenes del 27 que transformó plenamente el pensamiento español para la posteridad.
Por último señalar que hemos incluido una relación, lo más amplia posible, de los escritos de Ramiro Ledesma y de aquellos autores que han tratado su figura. Creemos que es de sumo interés para los investigadores disponer de esta lista, que no exhaustiva, pero sí la más amplia que conocemos, para poder interpretar y seguir adecuadamente el tratamiento que ha recibido Ramiro Ledesma desde su desaparición. Servirá asimismo a futuros investigadores que deseen adentrarse en el complejo mundo filosófico-político del autor. Ante el hecho que ideólogos políticos de esa época han recibido mucha atención recientemente por historiadores consagrados, sería de desear que también Ramiro Ledesma fuese igualmente objeto de una tesis doctoral. No en vano su influencia doctrinal fue enorme en el franquismo, aunque su puesta en práctica se pueda discutir.
Con todo ello y tras esta breve introducción a un pensador desconocido, les dejamos que se deleiten con la lectura de El Sello de la Muerte y se introduzcan en el relato autobiográfico de un joven rebelde que años después revolucionará el pensamiento político español: Ramiro Ledesma Ramos.
Notas:
(1) Ramiro Ledesma Ramos ¿un Nacional-bolchevique? por Juan Antonio Llopart Senent, Barcelona, Ediciones Alternativa Europea, 1996.
(2) La Patria Libre, nº 1 16-II-1935. Repr. Ramiro Ledesma Ramos- escritos políticos 1935-1936, Madrid, Familia Ledesma Ramos, 1988, p. 184.
(3) En 1941 aparecía la primera edición de la Biografía Apasionada de Ximénez de Sandoval que contiene una serie de improperios, de dudoso gusto, contra Ramiro Ledesma. La lista de insultos y mentiras sobre Ramiro publicadas durante el franquismo sería interminable. Por ejemplo, en la pionera, y oficialista, Historia de Falange Española de las J.O.N.S. de Francisco Bravo, (Editora Nacional, Madrid, 1940), éste escribe que Ledesma y sus seguidores "venían a ser unos resentidos", que "expulsado...(le llevó) su despecho incluso a publicar un panfleto donde se combatía a la Organización con ataques nada limpios" y no eran sino "víctimas, aparte de los efectos de una vanidad egolátrica, de un espejismo muy común entre los doctrinarios" y Ledesma "no supo entonces portarse con el decoro suficiente" (pp. 85-86).
[Erik Norling. El presente texto, fue escrito para ser incluido en la segunda edición, de la novela que escribiera Ramiro Ledesma Ramos, entre los años 1923 y 1924. La primera edición se publicó en Madrid en 1924, y llevó por título "El sello de la Muerte]
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