NO PARAR HASTA CONQUISTAR. CUENCA NUNCA SERÁ LO QUE MERECE MIENTRAS LOS CACIQUES DIRIJAN NUESTRA PROVINCIA



miércoles, 23 de diciembre de 2015

El revanchismo y el oportunismo político que pretenden borrar la Historia

 
Se ha consumado la traición y los socios ideológicos de los asesinos socialistas, comunistas y anarquistas que asesinaron a miles de españoles de forma cobarde y premeditada en Paracuellos, Aravaca, Torrejón, etc. Han decidido reinventar la historia y cambiar el nombre de algunas calles de Madrid en una actitud revanchista y rastrera, ya que no tuvieron los suficientes cataplines para ganar aquella Guerra Civil que provocaron levantándose en armas contra la II Republica en 1934 o declarando de forma ilegal la independencia de Cataluña, además de asesinar a líderes de la oposición política como Calvo Sotelo.

Este mismo ayuntamiento que tiene sembrado el caos, el desgobierno y la ocurrencia como base de actuación de su alcaldesa. Esta roja ricachona que en lugar de resolver los enormes problemas de la ciudad, se dedica a hacer seguidismo de asesinos, de separatistas y de caudillos bolivarianos. Algunos pensaran que quizás no merezca la pena dar la batalla, y seguramente sean los mismos que prefieren no molestar al sistema por si acaso se les ocurre dirigir toda su artillería contra ellos.
Pues bien, La Falange no se quedara de brazos cruzados y sabrá responder a esta nueva afrenta como se merece, asi que Carmena, preparate que no te va a salir gratis esta nueva ofensa contra la sagrada memoria de los que cayeron en Rusia frente a tus amiguetes comunistas, o los que defendieron a España en el norte de Africa obteniendo honores y medallas que por supuesto, los socialistas, fundadores de las checas, jamas podrian ni soñar. Lo suyo era el tiro por la espalda o la violación de monjas y el asesinato de miles de religiosos, que eran presa bastante más fácil que las Banderas falangistas o los Tercios legionarios.
Pero es hasta lógica la intención de reinventar la historia por parte de los socialistas que crearon el Gal, un banda de mercenarios, para secuestrar, torturar y asesinar por un “módico precio”. Y también la de los perroflautas de Podemos, teniendo en cuenta sus referentes ideológicos de Cuba o Venezuela y el apoyo incluso de algún caudillete ultraderechista (del pasado).
Pero lo que más llama la atención es el voto de Ciudadanos en apoyo a la propuesta socialista para intentar borrar la memoria de aquellos que les dieron su merecido en el campo del honor.
Nos extraña mucho porque nos “cuentan” que la portavoz de Ciudadanos acompañó, hace no demasiado tiempo, a algunos destacados camaradas nuestros a una conferencia que el falangista profesor Togores dio en un centro cultural ruso de la capital de España, y que versó sobre la participación de combatientes españoles en la Segunda Guerra Mundial, o sea, fundamentalmente de la División Azul. Ese nombre que hasta hace bien poco la sonaba tan bien, y que ahora, subiéndose al carro de la “casta”, pretenden hacer desaparecer del callejero de Madrid. Como si el sacrificio de aquellos miles de muertos, heridos y prisioneros que lucharon contra el terror comunista, pudiera borrarse de un plumazo. Estos nuevos “iluminatis” de Rivera y compañía, son el mismo perro con distinto collar

martes, 22 de diciembre de 2015

Ramiro Ledesma y Jose Antonio Primo de Rivera. Convergencias y divergencias

                      
José Antonio y Ramiro Ledesma
José Antonio y Ramiro Ledesma
Podemos mantenernos en la ficción de la identidad fundamental entre los pensamientos de Ramiro y José Antonio. Podemos seguir fingiendo como hasta ahora, con raras excepciones, que el pensamiento de ambos es homónimo, que sus diferencias fueron de simple liderazgo o que respondieron a un simple “malentendido”.
O podemos enfrentar la verdad y esclarecer las coincidencias y las divergencias entre el pensamiento ramiriano y el pensamiento joseantoniano.
Coincidencias que informaron y permitieron la asociación de las organizaciones lideradas por ambos.
Divergencias que provocaron su final y definitivo enfrentamiento y separación.
Sin duda encontramos en ambos importantes convergencias en cuanto al diagnóstico de la crisis española de su tiempo, así como en el enunciado (enunciado tan sólo) de la solución a tal crisis.
Identificamos también coincidencias en la admiración de ambos por el fascismo italiano triunfante en aquel momento.
Admiración que en Ramiro, como incondicional devoto de toda eficacia revolucionaria, se extiende a toda ideología totalitarista. “Viva la Italia de Mussolini. Viva la Rusia de Stalin. Viva la Alemania de Hitler”, llegó a afirmar, sin que estos vítores puedan significar otra cosa para ser coherentes que una admiración por lo que los tres tenían en común; un concepto totalitarista del Estado emanado de un nacionalismo mitológico y/o revolucionario; sin que por ello aceptara para sí el “apellido” de fascista para su partido (menos aún de marxista). Así, en el nº 1 de la revista JONS, en mayo de 1933, el propio Ramiro escribe: “Todos nosotros creemos que el “hecho fascista” de Italia y la victoria del nacional-socialismo hitleriano son fenómenos geniales de esta época. Pero nosotros, “jonsistas”, españoles, jamás nos apellidaremos a nosotros mismos “fascistas”, como algunos compatriotas, afines a nuestro Partido, al parecer, hacen o pretenden”.
En José Antonio no encontramos admiración alguna ni por el nacional-socialismo hitleriano ni por el estalinismo; y no lo encontramos porque en José Antonio, tan refractario a las meras eficacias revolucionarias, está ausente cualquier empatía al concepto panteísta del Estado en cualquiera de sus formas. Su relación ideológica con el fascismo se limita a una inicial admiración por Mussolini y su Fascio, que se diluye rápidamente hasta “marcar distancias” entre su movimiento y el del Duce. Ya el 19 de diciembre de 1934 se publicaba en prensa una nota del propio José Antonio que afirmaba literalmente: “la Falange Española de las J.0.N.S. no es un movimiento fascista”, y esto en un momento en que “todo el mundo” (desde Calvo Sotelo a Gil Robles, pasando por Churchill) se adhería abiertamente o no disimulaba su admiración por el fascismo italiano. Luego, en abril de 1935, refiriéndose al Estado corporativo fascista diría aquello de: “Esto del Estado corporativo es otro buñuelo de viento”.
Por lo que respecta al diagnóstico, ambos líderes coinciden en apreciar un abierto proceso de encharcamiento y esterilidad en la vida política y en la misma sociedad española del momento que amenaza seriamente la pervivencia misma de España, acosada tanto por la amenaza bolchevique como por los separatismos locales que encuentran el camino expedito en el agotado y decadente régimen burgués (demo-liberal) que encarna la II República española y en un justificado descontento de las masas trabajadoras que sufren unas condiciones de vida inadmisibles.
Convergen igualmente ambos líderes en el enunciado (sólo enunciado) de las soluciones. Soluciones que, más allá del repudio de la democracia burguesa y del marxismo bolchevique, descansan fundamentalmente en dos columnas: la Nación y la justicia social.
Es en el desarrollo de estos enunciados donde se manifiestan las divergencias, de donde parten no menos importantes derivadas de desacuerdo.
En Ramiro, la Nación es la expresión del súper-ego colectivo. “Nación es un manojo de coincidencias superiores, trascendentes al individuo y a su destino, que representan un espíritu histórico. Es una Patria”. La Nación ha de afirmarse en categorías indiscutibles, innegables. “No se trata, pues, de crear y dar nacimiento a nacionalidades de artificio, falsas,..”, dice Ramiro.
Pero, a pesar de esta afirmación, es en esta tarea de identificar las categorías indiscutibles de la Nación española donde encuentra Ramiro serias dificultades.
Ramiro, fervoroso creyente del mito nacionalista como motor revolucionario, constatando la ausencia de un nacionalismo español, busca desesperadamente el mito que le haga emerger.
Carece de los resortes utilizados por los nacionalismos “románticos” (lengua, territorio, costumbre o empresa unificadora…), y de los mitos de los nuevos nacionalismos totalitaristas.
No debe entender eficaz al caso español el resorte imperialista, como le pertenece al fascismo italiano.
Lo busca en la raza con “pinceladas” antisemitas, mito nacional de la Alemania nazi, pero tímidamente y sin convicción por cuanto debe ser consciente que es el mestizaje lo característico del devenir histórico de España.
Repudia el mito del internacionalismo proletario propio del Estalinismo.
Podría haberlo encontrado, y así lo apunta, en el catolicismo (del que, por cierto, no abdica: “¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio?”; pero lo rechaza alegando que la religión es un factor estimulante de lo nacional cuando lo es de todo el pueblo, lo que no corresponde al momento de la España del primer tercio del siglo XX. El catolicismo no es eficaz a lo nacional, dice Ramiro, “si la dirección de las masas católicas no está en manos de patriotas firmísimos”. Es decir, si no se verifica una sumisión de la religión al Estado nacional. Lo cual es lógico si consideramos que el mito nacionalista es un modo de religión que no puede compartir fe con otra que no se someta a ella.
En definitiva, Ramiro encuentra el fundamento al mito nacionalista español en la afirmación misma de la Nación frente a la amenaza antinacional marxista, elevando la acción directa y la violencia a categoría moral, que se complementa con “el mito optimista de la revolución” social.
Si Ramiro manifiesta abiertamente la necesidad del nacionalismo, José Antonio comienza por repudiarlo. “Y no somos nacionalistas, porque ser nacionalista es una pura sandez; es implantar los resortes espirituales más hondos sobre un motivo físico, sobre una mera circunstancia física; nosotros no somos nacionalistas porque el nacionalismo es el individualismo de los pueblos”. Lo que constituye toda una sanción moral definitiva.
Además de esta sanción moral, José Antonio comprendió con claridad (léase su artículo “La gaita y la lira”, publicado en el nº 2 de FE de 11 de enero de 1934) la imposibilidad de un “mito nacional” español. Comprendió que toda referencia a lo telúrico, a lo inmediato, a lo costumbrista, era entregar armas a la disgregación, al secesionismo local.
Como debió comprender que sería perfectamente estéril toda construcción mítica de una conciencia nacional, siempre artificiosa, simple expresión de voluntarismo por muy ardiente y directo que fuera. La conciencia nacional habría de enraizar, por el contrario, en la realidad histórica de España.
Se afirma así el concepto misional de España como razón histórica que la justifica, que hace necesaria la existencia misma de España en la historia. Una España misional que incorpora en su construcción los valores propios del catolicismo por ser, en primer lugar los verdaderos y, además, históricamente los españoles.
No importa a José Antonio, al contrario que a Ramiro, si tales convicciones religiosas son hoy (en el hoy de José Antonio y en el hoy nuestro) mayoritarias o no entre los españoles. Ni reclama ni le preocupa, al contrario que a Ramiro, la sumisión de la jerarquía de la Iglesia católica al Estado. Simplemente, incorpora a la construcción nacional los valores propios del catolicismo por considerarlos (por este orden) verdaderos y españoles, dejando a la Iglesia el gobierno de su tarea espiritual sin reconocerle derecho de intromisión en la tarea nacional.
Este concepto misional de Nación, que es la Patria, no es un concepto reaccionario, que se define por oposición a un contrario; sino un concepto abierto y proyectivo que se define por su propio destino, por su propio quehacer en la historia.
Y no se limita José Antonio a señalar la naturaleza misional como sustantiva de la Nación, sino que delimita claramente cual ha de ser esa misión: recuperar la armonía del hombre con su contorno, recuperar la armonía de los destinos individuales con el destino colectivo en que la Patria se sustancia.
Ocurre así que mientras Ramiro, aún siendo consciente de que “España es uno de los pueblos que más necesitan poner sus destinos en manos que interpreten con el máximo rigor y fidelidad su propia esencia”, construye el nacionalismo español sobre un mito vacío y reaccionario que se agota en sí mismo, circunstancial y profundamente ajeno a la realidad histórica de España; José Antonio, por el contrario, construye su proyecto nacional hundiendo sus cimientos en las entrañas mismas de su devenir histórico.
Una de las derivadas del concepto de Nación es la que corresponde al concepto de Estado.
Para Ramiro el Estado es “la suprema categoría”. Tal afirmación se concreta en una de sus más conocidas sentencias; “¡¡Nada, pues, sobre el Estado!!”.
Este “nada sobre el Estado” en Ramiro significa exactamente esto. Todo ha de someterse al Estado, en este todo queda inmerso el individuo.
Se trata, cabalmente, de un panteísmo estatal. Un “panestatismo”, en palabras de Ramiro.
El Estado es para Ramiro, “la suprema categoría” en que se confunden el Estado con la Patria por que el Estado: “o es la esencia misma de la Patria, el granito mismo de las supremas coincidencias que garantizan el rodar nacional en la Historia, o es la pura nada”.
Ramiro pide y quiere “una dictadura de Estado”, quiere y pide Ramiro “que el Estado asuma el control de todos los derechos”.
Si Ramiro afirma que “todo el poder corresponde al Estado”, José Antonio comienza por afirmar: “Nosotros consideramos que el Estado no justifica en cada momento su conducta, como no la justifica un individuo, ni la justifica una clase, sino en tanto se amolda en cada instante a una norma permanente”.
Para José Antonio, al contrario que para Ramiro, el Estado no es omnipotente sino que ha de someterse a una norma superior a él. Ha de someterse a una norma ajena a la voluntad, cualquiera que sea el origen de esa voluntad, ya sea del príncipe o del tirano o la de los más sobre la de los menos; una norma que responde a una aspiración permanente.
El Estado joseantoniano es un “instrumento al servicio de un destino histórico, al servicio de una misión histórica de unidad”, en la que el pueblo se considera como una integridad de aspiraciones. Es un “Estado de todos”, en este sentido “totalitario”. Un instrumento al servicio de la Patria, no la Patria misma y, en tanto tal instrumento, desprendido de todo carácter totalitarista.
Si Ramiro se afirma en un “panestatismo” que “suplantará a los individuos y a los grupos”; José Antonio lo repudia: “Cuando el mundo se desquicia no se puede remediar con parches técnicos; necesita todo un nuevo orden. Y este orden ha de arrancar otra vez del individuo. Óiganlo los que nos acusan de profesar el panteísmo estatal: nosotros consideramos al individuo como unidad fundamental, porque éste es el sentido de España, que siempre ha considerado al hombre como portador de valores eternos”.
La consideración del individuo y su libertad, como derivadas del concepto de Estado, son conceptos en las que Ramiro y José Antonio, manteniendo un punto de coincidencia, divergen en lo fundamental.
Observamos una coincidencia (por otra parte inevitable por categórica) en el concepto del individuo en cuanto a sujeto político. Cualidad condicionada a su capacidad de convivencia civil, de participación en la cosa pública, en el cumplimiento de una función dentro de la vida nacional en la que se justifica la condición política del individuo.
En esto terminan las coincidencias.
En José Antonio, no en Ramiro, encontramos la afirmación y el reconocimiento de la individualidad del ser humano, “envoltura corporal de un alma que es capaz de condenarse y de salvarse”, un individuo “portador de valores eternos” por su propia naturaleza como criatura de Dios. De aquí se deduce el reconocimiento joseantoniano a la integridad del hombre, a su dignidad y a su libertad, que se proclaman sagradas.
Frente al desdeñoso “Libertad, ¿para qué?”, de Lenin o, podría haberse dicho, frente al no menos desdeñoso “¡Qué le vamos a hacer si pasó la hora de batirse por la libertad!”, de Ramiro; José Antonio comienza por afirmar la libertad del individuo, por reconocer al individuo. “Nosotros, tachados de defender el panteísmo estatal, empezamos por aceptar la realidad del individuo libre, portador de valores eternos”. En este “nosotros”, cabalmente, no podemos considerar incluido a Ramiro.
Otra derivada del concepto de Estado en que ambos pensadores divergen hace referencia a su organización política.
Se produce aquí también una convergencia en el rechazo al sistema partidista propio de las democracias parlamentarias. Ambos, Ramiro y José Antonio repudian el sistema de partidos. Las divergencias surgen, una vez más, en la propuesta de alternativas
Ramiro opta por un régimen político de partido único. “Queremos el Partido único, …, que interprete por sí los intereses morales, históricos y económicos de nuestra Patria”. Es cierto que apunta a esta solución con carácter transitorio: “Queremos la dictadura transitoria de ese Partido nacional… Hasta conseguir las nuevas instituciones, el nuevo orden español, el nuevo Estado nacional de España”. Pero nada nos concreta de la forma política de ese “Estado nacional de España”, sólo que no será ni monárquico ni republicano. Un Régimen transitorio que por experiencia conocemos acaba perpetuándose.
En José Antonio no encontraremos referencia alguna a este Partido Único. Su rechazo al concepto mismo de partido que le lleva a definir a su movimiento como un antipartido, debió hacerlo extensivo a esta forma única de seguir siendo partidista: “Para que el Estado no pueda nunca ser de un partido hay que acabar con los partidos políticos”.
En José Antonio, no en Ramiro, encontramos la propuesta (escasamente desarrollada, ciertamente) de un régimen político verdaderamente alternativo al de representación partidista; un régimen de participación en base a las unidades naturales de convivencia: familia, municipio y sindicato:
“El partido político es una cosa artificial que nos une a gentes de otros municipios y de otros oficios con los que no tenemos nada de común, y nos separa de nuestros convecinos y de nuestros compañeros de trabajo, que es con quienes de veras convivimos.
Un Estado verdadero, como el que quiere Falange Española, no estará asentado sobre la falsedad de los partidos políticos ni sobre el Parlamento que ellos engendran.
Estará asentado sobre las auténticas realidades vitales:
La familia.
El Municipio.
El gremio o sindicato.”
Y es este planteamiento joseantoniano el que se recoge en la norma programática de FE de las JONS:
“Todos los españoles participarán en él a través de su función familiar, municipal y sindical. Nadie participará a través de los partidos políticos. Se abolirá implacablemente el sistema de los partidos políticos con todas sus consecuencias: sufragio inorgánico, representación por bandos en lucha y Parlamento del tipo conocido”
Por lo que respecta al segundo de los pilares del pensamiento de ambos líderes, la justicia social, igualmente encontramos convergencias en el diagnóstico y en el enunciado de las soluciones y divergencias en el desarrollo de estas.
Convergen ambos líderes en la condena del capitalismo, tanto como en la condena del comunismo. En ambos encontramos la misma condena al capitalismo financiero y la misma afirmación de la necesidad de acometer una radical reforma agraria. Y en ambos encontramos el mismo respeto por la propiedad privada, que no confunden con la propiedad capitalista.
En ambos encontramos, en términos enunciativos, la misma alternativa: sindicalismo.
Pero, también en esto, encontramos significativas divergencias a la hora de desarrollarlo.
En Ramiro, “El nuevo orden económico entrega al Estado inexorablemente la plena función de presidir con decisión las peripecias de la pugna”.
El nuevo régimen económico que Ramiro “quiere y pide” se basa ciertamente en “la sindicación de la riqueza industrial y de la entrega de tierra a los campesinos”. El sindicalismo ramirista se orienta a encuadrar a todas las “fuerzas económicas” que han de atenerse en todo momento “a las altas tareas del Estado”. “El Estado disciplinará y garantizará en todo momento la producción”.
Todo el escaso desarrollo que Ramiro nos deja de su sindicalismo nos ofrece una visión de sindicalismo estatalizado. De Sindicato subordinado al Estado.
Si en Ramiro podemos decir que el Sindicato se estataliza, en José Antonio podemos decir que el Estado se sindicaliza.
El desarrollo del sindicalismo joseantoniano, también limitado, nos ofrece una visión divergente del propuesto por Ramiro. Un sindicalismo que, lejos de someterse a las directrices del Estado, asume como propias las competencias de naturaleza económica que antes eran propias del Estado.
Y es en José Antonio donde encontramos el verdadero hallazgo de su propuesta sindicalista, la verdadera clave de la liquidación del orden capitalista;
La asignación a los trabajadores encuadrados en su sindicato del poder de decisión en la empresa y de la plusvalía de la producción.
Podemos mantenernos en la ficción de la identidad fundamental entre los pensamientos de Ramiro y José Antonio.
Podemos seguir fingiendo como hasta ahora, con raras excepciones, que el pensamiento de ambos es homónimo, que sus diferencias fueron de simple liderazgo o que respondieron a un simple “malentendido”.
O podemos enfrentar la verdad y esclarecer las coincidencias y las divergencias entre el pensamiento ramiriano y el pensamiento joseantoniano, “liberando” a ambos de la deformación que la interferencia del otro le causa.
Yo opto por esta segunda alternativa.
Sólo la clarificación de ambos cuerpos doctrinales aportará a cada uno de ellos sus respectivas eficacias. Sólo así podrán tener desarrollo los planteamientos respectivos, mutuamente neutralizados durante tanto tiempo por esta ceremonia de la confusión demasiado tiempo mantenida.
Una vez esto clarificado, cada cual habrá de optar por la opción que más le cuadre, por la que cada cual entienda sirve mejor a la Patria y a la justicia, a la integridad, dignidad y libertad del hombre y a la verdad.
Por mi parte, opté hace muchos años por la joseantoniana.

viernes, 4 de diciembre de 2015

Mauricio Karl, patriota español conquense que luchó contra el comunismo y la masoneria...

Julián Mauricio Carlavilla del Barrio
 
1896-1982
 «Mauricio Karl», desde 1932
Julián Carlavilla del Barrio, en 1940, en su ficha policial como agente de primera clase Policía, ideólogo, «escritor político» y editor español que alcanzó gran notoriedad e influencia a partir de 1932 tras publicar, utilizando el pseudónimo Mauricio Karl, El comunismo en España, libro en el que se describe, con información de primera mano, el estado de la penetración soviética en España. Dos años después, en su segundo libro, Mauricio Karl expuso los planes que «el enemigo» –marxismo, anarquismo y masonería– estaría aplicando en España. El curso biográfico y la personalidad de Carlavilla ha permanecido prácticamente ignorado, y hasta 2004 ni siquiera se había publicado la fecha de su nacimiento, difundida entonces por el librero Eduardo Connolly de Pernas en su estudio pionero, publicado en la revista de bibliofilia Hibris, «Mauricio Carlavilla: el encanto de la conspiración». Por supuesto, como era de esperar, su nombre no figura (diciembre de 2011) en la Base de datos del Centro de Estudios Biográficos de la Real Academia de la Historia de España. De hecho, hasta la publicación de esta misma página que le dedica el Averiguador del PFE (diciembre 2011), no existía en internet ninguna fotografía suya (las dos que aquí se ofrecen nos han sido facilitadas, con gran amabilidad, precisamente por Eduardo Connolly, quien a su vez las obtuvo del entorno del hispanista británico Paul Preston).
Julián Mauricio Carlavilla de Barrio nació el 13 de febrero de 1896, posiblemente en Cuenca (según Eduardo Connolly). El 9 de julio de 1921 ingresó en el Cuerpo General de Policía. Poco sabemos de sus años mozos, salvo lo que él mismo dejó escrito en 1959:
«Yo, antimarxista y antirrevolucionario desde hace treinta y tres años, guardé ovejas de niño, segué, cogí aceituna, no pude sufragarme con mi propio trabajo más que las matrículas de maestro elemental y fui soldado de segunda tres años en África por no poder pagar cuota ni sustituto… y si llegué a ser policía, fue por no costarme más que 150 pesetas y cuarenta y cinco días de estudio…» (Mauricio Carlavilla, Anti-España 1959, Nos, Madrid 1959, pág. 347.)
El policía Julián Carlavilla del Barrio
Durante sus primeros diez años como policía Julián Carlavilla no utilizaba su segundo nombre. Por eso el pseudónimo que comenzó a utilizar en 1932, compuesto por ese nombre y el inicio de su apellido escrito con K, como el nombre de Marx en alemán, pudo mantenerle en la discreción casi cuatro años, hasta que en 1935 se desveló la identidad de Mauricio Karl, entonces ya bien famoso en todo España, y el policía, expulsado del cuerpo y a disposición de un enemigo que le tenía ganas, tuvo que buscar la seguridad del exilio. Después de la guerra fue abandonando el Julián, y sus libros comienzan a ser firmados por Mauricio Carlavilla, a veces haciendo figurar al lado el famoso y comercial pseudónimo.
Sólo encontramos unas pocas menciones en la prensa del policía Julián Carlavilla antes del nacimiento del escritor Mauricio Karl, siempre con ocasión de haberse resuelto airosamente alguna operación: en 1928, como agente afecto a la sección volante de la división de ferrocarriles, al desmontarse una banda de ladrones de alhajas; a comienzos del año siguiente, desde la misma brigada volante de ferrocarriles, al desarticularse una red clandestina que facilitaba la huída a América de prófugos, desertores y otros delincuentes.
«Un buen servicio. Descubrimiento de los autores de un robo. Son detenidos y se recupera parte de lo robado. Por la División de Ferrocarriles, que manda el comisario D. Ricardo Castro Peinó, ha sido practicado un excelente servicio. Cumpliendo instrucciones del señor Castro, los inspectores D. Juan del Arco Cubas y D. Luis Villanova Rueda y agentes afectos a la Sección Volante de la referida División D. Eugenio Benito Poveda, don Francisco Horacio Iglesias, D. Vicente Gómez Castro, D. Rafael Castro del Amo, D. Francisco Sánchez Real y D. Julián Carlavilla del Barrio realizaron pesquisas para averiguar quiénes fueron los autores de un robo de casullas, vestiduras y ornamentos religiosos por valor de varios miles de pesetas, cometido en el domicilio de D. Florentino Pombo y Pombo, calle de Sagasta, número 23.» (El Imparcial, Madrid, martes 9 de octubre de 1928, pág. 17.)
«Servicio policiaco. ¿De dónde proceden las alhajas? Nos ha sido facilitada una nota en la que se dice que habiendo llegado a conocimiento del comisario jefe de la división de Ferrocarriles, D. Ricardo Castro, que varios individuos conceptuados como estafadores se dedicaban a vender y pignorar gran cantidad de alhajas, en cumplimiento de órdenes del director general de Seguridad, dio instrucciones a los agentes de la sección volante de dicha división, Sres. Más, Carlavilla, Benito Poveda y Horacio Iglesias para que siguieran de cerca a los indicados estafadores.» (La Libertad, Madrid, miércoles 10 de octubre de 1928, pág. 4.)
«Los amigos de lo ajeno. ¡Gran colección de alhajas! El muchacho se iba a establecer. El comisario jefe de la División de Ferrocarriles, D. Ricardo Castro, enterado de que varios individuos conceptuados como estafadores se dedicaban a vender y pignorar gran cantidad de alhajas, dio instrucciones a los agentes de la Sección volante de dicha División señores Mas, Carlavilla, Poveda e Iglesias para que siguieran de cerca a los indicados sujetos.» (La Voz, Madrid, miércoles 10 de octubre de 1928, pág. 3.)
«Una agencia de embarques clandestinos. Facilitaba la huída a América de prófugos, desertores y otros delincuentes. Nota oficiosa de la Dirección de Seguridad. En la Dirección de Seguridad se ha facilitado la siguiente nota oficiosa: Atento el director general de Seguridad a las frecuentes fugas y evasiones que individuos reclamados por la Justicia y Tribunales españoles realizaban en diferentes puertos del litoral cantábrico, singularmente en Vigo, Coruña y Gijón, encomendó al comisario jefe de la división de Ferrocarriles, don Ricardo Castro Peinó, que realizara las investigaciones necesarias para la práctica de este importantísimo servicio, cortando de raíz los embarques clandestinos de prófugos, desertores y gente de este linaje acostumbrada a fugarse con destino a los Estados Unidos de América del Norte y del Sur, sin pagar las cuentas atrasadas con la Justicia y eludiendo las más de las veces la acción de los Tribunales, que reclamaban de un modo estéril la comparecencia ante, ellos de homicidas, asesinos y estafadores. Encargado del servicio el inspector de la brigada volante de Ferrocarriles, don Juan Alfaro Berges, y los ayudantes don Julián Carlavilla, don Francisco Horacio Iglesias, don Daniel Murga, don José Cordero y don Francisco Mas se pusieron a las órdenes del ilustrísimo señor juez de Instrucción de Villaviciosa de Asturias, que instruía un sumario por falsedad de documentos de embarque, y tras una laboriosa y ardua labor, han logrado detener a un número considerable de agentes falsificadores dedicados a este lucrativo negocio, interviniendo documentos, sellos y otros varios efectos de los que empleaban para embarcar a toda clase de individuos con destino a los puertos de América.» (La Época, Madrid, jueves 31 de enero de 1929, pág. 2.)
«Los embarcos clandestinos. La policía detiene a numerosos agentes falsificadores en Galicia y Asturias. En la Dirección General de Seguridad facilitaron hoy la siguiente información: ‘[...] Encargado del Servicio el inspector de la brigada volante de Ferrocarriles, D. Juan Alfaro Berges y los agentes D. Julián Carlavilla, D. Francisco Horacio Iglesias, D. Daniel Murga, D. José Cordero y D. Francisco Mas, se pusieron a las órdenes del ilustrísimo señor juez de Instrucción de Villaviciosa de Asturias...’» (La Voz, Madrid, jueves 31 de enero de 1929, pág. 4.)
Los mismos ejemplares de esos periódicos de 31 de enero de 1929 que dan noticia de la desarticulación de la trama de falsificadores de documentos y mencionan a Julián Carlavilla entre los ayundantes del inspector de la brigada volante Juan Alfaro Berges, informan en primera página de la detención en Valencia del ex presidente del consejo de ministros José Sánchez Guerra (1859-1935), quien dos días antes había desembarcado junto con su hijo Rafael del vapor Ousala, con nombre supuesto y procedente de su exilio francés, para ponerse al frente de una rebelión militar contra la dictadura de Primo de Rivera que se inició en Ciudad Real y resultó un absoluto fracaso. Carlavilla formó entre los policías que investigaron las circunstancias de la intentona, y sus averiguaciones habían de ser determinantes para su propio curso biográfico, según dejó escrito treinta años después:
«Mi auscultación, si no está equivocada, me ha llevado a la siguiente convicción: en los españoles, salvo muy escasas excepciones, ha desaparecido de su horizonte mental y de conciencia toda idea del peligro comunista. Ni siquiera hipotéticamente o imaginativamente son capaces hoy de forjarse una idea o imagen del triunfo del Comunismo en España. Esto, explicable o no, es así a los veinte años justos de haber padecido nuestra Patria el dominio y el terror del Comunismo, dueño del Poder y del Gobierno de la nación española. Yo no me enfrento por primera vez con ese mismo estado de razón y conciencia español. Lo hallé frente a mí cual muro de incomprensión inatacable desde las rebeliones de Ciudad Real y Valencia de enero de 1929. Personalmente, intervine bastante a fondo en la investigación de aquel frustrado intento revolucionario: hasta donde mis medios personales me permitieron y hasta donde las 'Superioridades' me dejaron... ¿Qué fue aquello para mí?... En dos palabras lo puedo decir: el relámpago primero de la tempestad, invisible aún, del asesinato masónico-comunista de España. Con juicio frívolo se me podrá decir que sólo muy a posteriori puedo afirmar tal cosa, porque nadie sería capaz, dada la levedad e intrascendencia de lo acaecido en Valencia y Ciudad Real, de poder deducir, sin ser profeta, su relación ni remota siquiera con la toma del Poder por el Comunismo en España durante 1936. Responderé brevemente. Lo visto por mí a través de la investigación tras la pantalla de personas y anécdotas del acontecimiento fue tan sólo esto, como veremos, totalmente intrascente: El Jefe del Partido Conservador, sin oposición anterior ni desautorización ulterior, previa y voluntaria expatriación, se presenta en Valencia cierta noche con todos los requisitos de un revolucionario profesional, y rodeado de masones, republicanos y anarquistas intenta sublevar a un Regimiento de Artillería, cuya oficialidad está comprometida, para decidir al Capitán General a una valencianada, técnicamente, como la saguntada. Es el hecho histórico en su esencia y síntesis. Para mí, su significación y trascendencia era esta: 1º El Partido Conservador, con su jefe, Sánchez Guerra, en cabeza y en acción, iniciaba la Revolución. El Partido que había hecho la Restauración; el Partido garantía del Orden; el Partido de la Monarquía, de la Aristocracia y el Dinero; el Partido de la Disciplina militar, escindiendo al Ejército, con su Arma la más aristocrática en cabeza, Artillería, capitaneaba la sedición; el Partido 'protector' de la Iglesia, de la Monarquía, de las Fuerzas Armadas, de la moral y de la propiedad contra el Ateísmo, la República y la Anarquía, se aliaban con la Masonería, con la República y con la Anarquía contra un Gobierno militar que desde hacía seis años había parado en seco la Revolución que amenazaba Religión, Monarquía y Propiedad, evitando que la reacción, provocada por la traición de Anual y aprovechada por los revolucionarios, acabase con la Monarquía, trajese la República y, con ésta, el caos anárquico... En dos palabras: el Partido Conservador, última reserva política contra la Revolución, se hacía de repente también Anti-España. [...] Pues bien, lector; en mi personal investigación, además de comprobar tras lo de Sánchez Guerra –tal era su nombre simplista– la existencia de la Finanza nacional e internacional, de la Masonería y del Comunismo Libertario, también descubrí que a Primo de Rivera le faltaba, o ya le flaqueaba, la confianza del Monarca. [...]
Muy poderosas razones patrióticas debía yo tener el año 1929, inmediatamente después de lo de Sánchez Guerra, para introducirme en la conspiración, dándome arte y maña para lograr la más absoluta confianza del mando revolucionario. Esto lo hice por propia iniciativa, sin dar conocimiento a la Dirección de Seguridad, por seguridad mía, dada la comprobada flaqueza de la Superioridad policial, reflejo del estado de ánimo del Monarca. Correr el riesgo por partida doble, por parte de aquellos a quienes defendía y por parte de los conspiradores, concédaseme, debía imponerlo muy alto imperativo; cuyo imperativo no podía ser otro que tratar por todos los medios de evitarle a mi Patria la catástrofe que yo preveía, sin detenerme el saber que, a la vez, salvaba con mi personal riesgo la vida física y la Corona del Rey, decidido cada vez más, por propio error y sugestiones ajenas, a perder Corona y vida. Tan sólo cuando llegó Mola estimé no correr ningún riesgo por parte de la 'Superioridad' policial, y le hice conocer mi acción catalizadora insertado en el círculo más exaltado de los revolucionarios. Acaso algún lector pueda dudar y, desde luego, han de negarlo mis adversarios. Pero hay constancia oficial. Yo lo he declarado y firmado en el expediente incoado por el gobierno masónico-cedista (Portela-Gil Robles) para expulsarme de la Policía en 1935, como se me expulsó, por el delito de ser Mauricio Karl.» (Mauricio Carlavilla, Anti-España 1959, Nos, Madrid 1959, págs. 432-434.)
Un año después de lo de Sánchez Guerra cayó el gobierno del general Miguel Primo de Rivera y una de las primeras decisiones del nuevo presidente del consejo de ministros, general Dámaso Berenguer, fue nombrar Director General de Seguridad al general Emilio Mola, destinado hasta entonces en Larache, y que el día 12 de febrero de 1930 ya sustituyó en ese importante puesto al general Bazán. Mes y medio después, el 6 de abril de 1930, presentaba Mola al presidente una Memoria en la que organizaba bajo su dirección las distintas instancias que se dedicaban a la lucha contra el comunismo, incluido el Secretariado español de la Entente Internacional contra la III Internacional, que pasaba a depender de la Presidencia del Consejo de Ministros. «La amplia amnistía que concedió el Gobierno del general Berenguer, al hacerse cargo del Poder, tuvo como consecuencia inmediata la libertad de buen número de individuos de ideas comunistas que la Dictadura tenía recluídos en las cárceles, bien por estar procesados, bien por hallarse detenidos gubernativamente; dicho número se aumentó con el regreso de algunos emigrados, que quizá fueran los más peligrosos propagandistas.» (Mola, Lo que yo supe... [1933], en Obras completas, Santarén, Valladolid 1940, pág. 296).
«El general Mola, Director General de Seguridad del Gobierno Berenguer, creó un organismo especializado en la labor de provocación y persecución contra el Partido Comunista, la llamada 'Sección de Investigación Comunista', ligada con los servicios policíacos anticomunistas de otros países.» (Historia del Partido Comunista de España, París 1960, pág. 52.)
Julián Carlavilla, que en 1929 se ha ido infiltrando discretamente por su cuenta entre los conspiradores revolucionarios y ha informado de esa circunstancia en 1930 al Director General de Seguridad, habría recibido el encargo del general Mola de preparar un informe, destinado a la entente de Ginebra, sobre la situación del comunismo en España, embrión del libro El comunismo en España que escribió en 1931 y apareció con pseudónimo a principios de 1932.
«Por ser policía en ejercicio el autor, hubo de vigilar las actividades conspiradoras de Azaña, allá por el año 1930, cuando, elegido Presidente del Ateneo, empezó a tener alguna personalidad política. Y, debido a ello, podemos ilustrar la conjetura de von Hentig sobre Robespierre en el caso par de Azaña. No sólo hay pista del homosexualismo en el que sería primera figura de la segunda República. Cierto día del otoño de 1930, se produjo un escándalo mayúsculo en cierta dependencia demasiado estrecha del Ateneo. Azaña se propasó con cierto jovenzuelo, muy revolucionario a la sazón. Sufrió un error, pues el joven lo abofeteó y salió escandalizando y llamándole por las claras el calificativo que vulgarmente le correspondía.» (Mauricio Carlavilla del Barrio, Sodomitas, Nos, Madrid 1956, pág. 157.)
1932 Mauricio Karl publica El comunismo en España
Mauricio Karl, El comunismo en España, Madrid 1932 (cubierta de la primera edición) En febrero de 1932 se publica en Madrid el libro El comunismo en España. 5 años en el partido, su organización y sus misterios, firmado por Mauricio Karl (en «Niza, octubre de 1931», pág. 244). Quien suscribe el «Prólogo» (págs. 5-8), «Luis Fernando Saavedra Núñez. Madrid, enero 1932», dice haber conocido en un hotel de Niza al simpático «Mauricio Karl, alemán y turista profesional...», quien al tener que marcharse con premura a Manchuria para proseguir su labor, le había confiado las cuartillas del libro que había escrito tras servir en España, de la que había salido rendido admirador, para que las publicase si merecían su interés. En una nota, «Del autor al lector» (págs. 9-10), Karl se presenta como extranjero «neutral por necesidad en el pleito político español», enviado por «la entidad internacional a quien sirvo» a España donde ya ha cumplido «laboriosamente la misión secreta que se me había encomendado». En la cubierta tras el nombre del autor figura: «(del Servicio Secreto Internacional)», sin precisar más detalles, aunque quizá el lector avisado podría suponer que Karl estuviera al servicio de la ginebrina Entente internacional contra la Tercera Internacional.
Luis Fernando Saavedra Núñez, quien firma el prólogo que justifica la procedencia del texto, era un discreto abogado, casado con Angelina Mazariegos Lavina (su madre, María de la Presentación Núñez Saavedra, viuda de José Saavedra Lugilde, había fallecido unos meses antes, el 4 de julio de 1930; después de la guerra vendió en 1940, junto con sus hermanos, el Pazo das Camoiras, en San Pedro de Villalvite, que tenían por herencia de su tía Ermitas Núñez Saavedra; en 1957, domiciliado en avenida de José Antonio 47, denuncia un robo en una fábrica de pieles en la travesía de Teodomira 3, por valor de veinte mil pesetas; en 1962 se le concedió la excedencia voluntaria como juez comarcal, puesto al que se reintegró en 1965; y en 1974 cumplió sus bodas de oro en el Colegio de Abogados de Madrid).
«Parece que fue ayer... cuando trazaba las últimas líneas de El comunismo en España, y hace ya cuatro años; era en octubre de 1931. Necesariamente empecé a escribir mucho antes. Puedo señalar la fecha exactamente: abril de 1931. Principié el libro en el mismo mes que se instauró la república en España.» (Mauricio Karl, «Prólogo a la cuarta edición», El comunismo en España, Bergua, Madrid 1935, pág. 5.)
«Escuchen, lectores, al General Mola, como Director de la Policía española: "Afortunadamente, durante los catorce meses que estuve al frente del centro policíaco, el Comunismo no fue más que un espantajo... Es probable que hoy, y más en lo sucesivo, los comunistas sean motivo de preocupación para los Gobiernos; para los anteriores al advenimiento de la República, ni lo fué, ni podía serlo..." {8. E. Mola, Lo que yo supe (I Tomo de sus Memorias) pág. 81.} Esto lo decía el General, hombre inteligente, con un enorme sentido de la responsabilidad, que se lanzaría cinco años después de pensar así, con patriótico heroísmo, a salvar España del Comunismo. Eso pensaba y escribía un hombre muy excepcional, después de catorce meses al frente de la Dirección de Seguridad; y, todo debe decirse, después de haber leído mi libro El Comunismo en España, mucho antes de publicarse, porque ha de saberse que el contenido técnico de mi libro era un copioso Informe, totalmente elaborado por mí, cumpliendo las órdenes del General, destinado a la Entente Internacional contra la III Internacional, radicada en Suiza, con motivo de una reunión extraordinaria, y a la cual asistió como delegado del Gobierno el juez de Madrid señor Alarcón; no yo, destinado a ir, por dos razones: por escasez de fondos en la Dirección y, principalmente, para que no perdiese mi contacto ni unos días con los revolucionarios, pues, aunque había fracasado ya lo de Jaca, los temores aumentaban. El Informe, leído y aprobado por el General Mola, fue enviado a Ginebra.» (Mauricio Carlavilla, Anti-España 1959, Nos, Madrid 1959, pág. 439.)
«Con el título de ‘El comunismo en España’ (cinco años en el partido: su organización y sus misterios) y con la firma de Mauricio Karl, miembro del Servicio Secreto Internacional, acaba de aparecer en las librerías españolas un libro sensacional que, si en todo momento sería interesante para cuantos se preocupan por la suerte de nuestro país, lo es mucho más en la hora presente, en que la ofensiva comunista está produciendo graves daños a la riqueza y a la paz de España. Afirma el autor en las primeras páginas de su libro que no podía pasar inadvertido para la entidad internacional a la que sirve, el hecho político-social español, dejando sin estudiar de cerca los movimientos que le engendran. Y la característica más acusada de esos movimientos reside en la entronización en España del comunismo y de las tendencias extremas afines –como sindicalismo y anarquismo– que obran paralelamente a él y a veces de común acuerdo. Mauricio Karl, obediente al dictado de la oficina secreta extranjera en que actúa, vino a buscar ávidamente la razón de los hechos y a estudiar el desarrollo y las intimidades de la política social de los Gobiernos que permitían su existencia y acción.» («Organización y misterios del comunismo en España», La Época, lunes 15 de febrero de 1932, pág. 6.)
«El comunismo en España, por Mauricio Karl, Madrid, 1931. ¿Quién es Mauricio Karl? Por mi parte, no lo conozco. Claro está que ello no tiene nada de particular. Uno hace vida casi ascética y conoce a poca gente. Pero es el caso que entre mis amigos no he tropezado con ninguno que me procure noticia concreta de tal personaje. Hay quien supone que es un íntimo de Stalin. No falta quien sospecho que se trata del mismísimo Trotsky... En fin, que no se nada. Es decir, sí: sé que Mauricio Karl ha escrito un libro por demás interesante para el lector español, que quiera asomarse a esa zona, no tan tenebrosa como algunos candorosos ciudadanos creen, del comunismo español, cuya historia cabal hallará el lector en las páginas de este libro. El prólogo, de don Luis Fernando Saavedra Núñez, avala el mérito del volumen.» (E. R. de la S., «La feria de los libros», Heraldo de Madrid, jueves 25 de febrero de 1932, pág. 13.)
«El autor de este libro, sin duda interesante, se dice que prestó servicio durante cinco años en España como agente secreto del servicio Internacional. No tenemos elementos de juicio para dudar de tal afirmación. Con éste o con otro cargo, es indudable que conoce bastante bien el ambiente que en su libro refleja, y que las organizaciones, tanto sindicalistas como las comunistas, le son familiares.» (A. H., Mauricio Karl: «El comunismo en España», El Sol, Madrid, sábado 27 de febrero de 1932, página 2.)
La publicación del libro de Mauricio Karl animó a un redactor de La Época a recomendar a sus lectores «los libros que se deben leer» como antídoto al «número extraordinario de obras vulgarizadoras de las doctrinas disolventes», relación que sirve para ambientar el combate ideológico existente en España cuando aún la República no había celebrado su primer aniversario:
«En defensa del orden y de la paz social. Los libros que se deben leer. Causa asombro, al detenerse frente al escaparate de cualquier librería, ver el número extraordinario de obras vulgarizadoras de las doctrinas disolventes, sobre todo de extrema izquierda política, que ofrecen su artera mercancía bajo unas llamativas portadas. Aunque Moscú ayude económicamente a la publicación de tales libros –procedimiento que puede formar parte del plan quinquenal– es indudable que si tanta obra de esa clase se publica, es porque hallan fácil terreno para su difusión en la indiferencia seleccionadora del público. Las portadas atrayentes, los títulos llamativos, los anuncios profusos y otras circunstancias de cuidado aparato escénico, contribuyen a que los libros de ideología bolchevique luzcan con más profusión que otra suerte de lectura sana y útil. A cuantos no participan de las teorías disolventes y aspiran a convencerse de su falsedad y de sus peligros, conviene conocer las lecturas salvadoras, que son poderoso antídoto de las perversas aludidas. He aquí los títulos de algunas de esas obras, que toda persona de orden debe considerar atentamente, ya que en sus páginas escritas por hombres eminentes, encontrará la refutación de doctrinas terribles y la explicación de hechos trascendentales de la actualidad: → El comunismo en España (cinco años en el partido comunista: su organización y sus misterios), por Mauricio Karl (del Servicio Secreto Internacional), Madrid. En todas las librerías.→ Les protocols des Sages de Sion (traducción francesa de Serge Nilis). Editor, Emile-Paul Fréres, París. (Libro en que se desenmascara a la masonería y al judaísmo. La edición más curiosa por sus notas es la séptima; pero ya está a la venta la trigésima. En breve aparecerá la versión castellana.) En buenas librerías. → Les forces secretes de la révolution, por León de Poncins. Editor: Bossard, París. → La masonería al derecho y al revés, por N. Serra y Caussa, Barcelona. → El judío internacional, por Henry Ford, Barcelona. → Al servicio de los Soviets y Memorias de un diplomático soviético, por G. Bessedovsky, Editorial Juventud, Barcelona. → Entre los jefes bolcheviques, por Georgey Salomón, Editorial Razón y Fe, Madrid. → Orígenes da la revolución española, por Juan Tusquets, presbítero. Editorial Vilamala, Barcelona. → ¿Socialismo? ¿Comunismo? ¡La dictadura del proletariado!, por José Ignacio Escobar, Madrid. Principales librerías. → Dios vuelve y los dioses se van, por Víctor Pradera, Madrid. → ¡Cavernícolas! ¡Cavernícolas!, por Xavier de Azcoitia, Librería Beltrán, Madrid. → Les maladies de la démocratie, por Charles Benoist. Editions Prométhée, París. → ¡Así es Moscú! (Nueve años en el país de los Soviets), por J. Douillet. Librería Franco Española, Madrid.» (La Época, Madrid, jueves 3 de marzo de 1932, pág. 3.)
Al mes de publicado el libro, Álvaro Alcalá Galiano, en el ABC, tiene ya por seguro que Mauricio Karl es un pseudónimo. Ese mismo diario sospecha, un mes después, que el autor es un periodista, y le recrimina sus críticas a la policía. Censura que también comparte el general Vigón en Acción Española, por el «menguado concepto que tiene Karl de la Policía española». Mientras, José L. Barberán, en Mundo Gráfico, supone que el libro está escrito «por un policía español de alta categoría».
«Poco nos importa quién se oculta tras del seudónimo Mauricio Karl, ni los errores nimios en que pueda incurrir el autor de El comunismo en España en algunas de sus informaciones.» (Álvaro Alcalá Galiano, ¿Hacia el paraíso comunista?, ABC, Madrid, 15 de marzo de 1932, página 4.)
«El comunismo en España. Estos días se lee y se comenta mucho un libro que ha tenido la oportunidad de surgir en el escaparate coincidiendo con las agitaciones de los elementos extremistas. El epígrafe parece materialmente vibrar en la actualidad del instante, y acentúa el atractivo de curiosidad al ofrecer el relato, no sólo de la organización, sino también de 'los misterios' del comunismo en España. El autor, Mauricio Karl, se nos presenta en el prólogo como un alemán que ha pasado cinco años en nuestro país actuando de agente secreto del Servicio internacional contra el comunismo. En realidad no sabemos que exista ese organismo de naciones; pero aunque existiera ponemos nuestras dudas en cuanto a la autenticidad de ese agente. Ello más bien parece ardid o disfraz con qUe el autor reserva (y preserva) su verdadera personalidad. Es más verosímil –si juzgamos por la agilidad característica del estilo– que se trate de un escritor, y probablemente de un periodista, que ha tenido la constancia y el acierto de estudiar cercanamente actuaciones y manejos de los núcleos revolucionarios, sin excluir a sindicalistas y anarquistas, pero con preferencia del comunismo. Acaso logró filtrarse; acaso le bastase bordear la vida de esos hombres, observando y obteniendo datos por relaciones indirectas y ocasionales. En definitiva, y ello es lo que importa, las páginas de este volumen contienen informaciones interesantísimas, con detalles que no pueden ser ficticios y con datos documentados. El lector no hallará una revelación de conjunto que le sorprenda, puesto que es de convencimiento público el lazo de los comunistas españoles con Rusia; pero sí podrá confirmarla con pormenores. Sabrá, sobre todo, la organización interna, las conexiones de unos y de otros grupos, el influjo de los más avanzados y sus procedimientos, los planes de acción, los designios y las instrucciones, y algo muy positivo en lo que se refiere a las maneras disimuladas y mañosas con que van extendiendo su red. Se enterará, asimismo, de las pugnas entre grupos y las rivalidades entre caudillos. En el libro de Karl está la clave de muchos sucesos, sin descontar los de estas semanas, que aparecen señalados, como si el autor los tuviera por ocurridos, y eso que escribía en octubre. Hay también alusiones muy categóricas a los asaltos y atracos –lo que ellos llaman expropiaciones aisladas– y a varios atentados que no llegaron a efectuarse. Entre ellos, por cierto, uno en Sevilla, contra D. Alfonso de Borbón y Primo de Rivera, que el autor se jacta de haber frustrado. En este punto la narración es algo sospechosa por el sabor y por la factura. ¿Novela? Bien urdida y presentada, en tal caso. De todas suertes de un agudo interés. No falta la nota crítica, de franca censura, contra la insuficiencia de los medios policíacos. Si Mauricio Karl es, en efecto, alemán, no puede desconocer que en su país se mantiene un presupuesto inmensamente superior al nuestro. Y en cuanto a los recursos de confidencias, se le podría replicar que allí tampoco se desdeñan, con todos sus defectos. La organización y misterios del comunismo en España obtendrá un buen éxito de librería y servirá de elemento de juicio para muchas gentes que, por sistema o por ahorrarse el trabajo de ver y de discurrir, aún dicen que el Comunismo 'es un fantasma'.» (ABC, Madrid, 17 de abril de 1932, página 18.)
«Y es preciso también que los hombres que dicen de sí mismos que son hombres de orden, pasen la vista por las páginas de este libro de Karl y que se les llene del asombro de su propia mezquindad. Estamos hartos de oír hablar del oro ruso y del oro judío; cierto que no se trata de mitos arbitrariamente forjados; que ha entrado y entra en España dinero abundante para financiar la revolución; pero es un refuerzo del que aportan los propios revolucionarios españoles (los auténticos revolucionarios, no los que se cobran con una más o menos espléndida sinecura, sino los que quieren cobrarse con el Estado). [...] Al libro no le falta alguna pincelada novelesca; cuando menos, tengo por tal el relato del abortado atentado de Sevilla. Y a darle ese matiz contribuye no poco la incertidumbre en que el lector queda respecto a la verdadera personalidad de Mauricio Karl. Quede para avisados espíritus policíacos la investigación de ella, y asimismo esos hilos que dejan balanceándose en el aire algunas palabras sibilinas y ciertas reticencias incomprensibles para los no iniciados. No les sería difícil la tarea, porque no participo del menguado concepto que tiene Karl de la Policía española.» (Jorge Vigón, «El comunismo en España, por Mauricio Karl», Acción Española, Madrid, 1 de mayo de 1932, nº 10, págs. 439-441.)
«Hace unos tres meses, en nuestro mercado literario, ha aparecido un libro interesantísimo; un libro que debían tener en su poder y consultarlo diariamente todos los elementos policíacos, desde el director general de Seguridad al más modesto de los funcionarios. Este libro, El comunismo en España. Cinco años en el partido. Su organización y sus misterios, nos ofrece detalladamente toda la organización anarcosindicalista en España desde sus comienzos hasta hoy; sus ramificaciones y, sobre todo, los procedimientos que emplea la fracción conocida por la F. A. I., que es la que está actuando principalmente. Esta obra, que aparece firmada con nombre extranjero, Mauricio Karl, está escrita, sin ningún genero de dudas, por un policía español de alta categoría, que ha debido dedicar sus actividades durante bastante tiempo al servicio y estudio de los problemas de carácter social, aprovechando bien el tiempo empleado en este estudio, porque revela un conocimiento y un dominio completo de estos graves problemas. Después de leer con interés este libro, el reportero no duda que la Policía, en sus actuaciones para hacer fracasar los planes de los anarcosindicalistas, tropezará el día menos pensado con los autores de hechos tan escandalosos como este del asalto a la Sucursal del Banco de Vizcaya, porque no son, repetimos, no pueden ser, nuestros delincuentes vulgares, y sí afiliados a las organizaciones terroristas.» (José L. Barberán, «Después del asalto a la Sucursal del Banco de Vizcaya», Mundo Gráfico, Madrid, miércoles 1 junio 1932, nº 1.074, pág. 15.)
Emilio Mola, en Lo que yo supe... Memorias de mi paso por la Dirección General de Seguridad, libro dispuesto para ser publicado en febrero de 1932 (aunque se retrasó su impresión hasta enero de 1933), no alcanza a mencionar el libro de Mauricio Karl (parte de cuyo contenido ya conocía, como ha quedado dicho), pero en la segunda parte de esas memorias, Tempestad, calma, intriga y crisis [en librerías en marzo de 1933] dejó escrito lo siguiente:
«En el libro El Comunismo en España, de Mauricio Karl –seudónimo bajo el que se ocultan los nombres de dos personas que me son muy conocidas–, a propósito de las cantidades que manejan las Sociedades afectas a la C. N. T. se dice, entre otras cosas interesantes, algo sobre lo que conviene reflexionar detenidamente.» (Obras completas, Editorial Santaren, Valladolid 1940, pág. 624, nota.)
El periodista José L. Barberán (†25 abril 1935), el mismo que en junio de 1932 sospechaba que Mauricio Karl fuera pseudónimo de un «policía español de alta categoría», le puso nombre y apellidos en noviembre de 1933: el famoso comisario Santiago Martín Báguena, quien se vio obligado a desmentirlo de forma inmediata y contundente:
«Sobre una información falsa. Don Santiago Martín Báguena, comisario de Policía que fue, nos ruega la publicación de la siguiente carta, dirigida al periódico Ahora, en cuyas columnas se publicaron las afirmaciones que el Sr. Martín Báguena rectifica y que el mencionado diario no ha publicado: "Señor director de Ahora. Presente. Muy señor mío: Su diario de ayer, jueves, fecha 30, páginas 15 a la 18, publica un extenso trabajo, firmado José L. Bárberán, que da la sensación de una interviú celebrada conmigo. Este trabajo, lleno de supuestos gratuitos, me obliga a concretar tres puntos, que entiendo indispensable lleguen a conocimiento de sus lectores. Primero. Yo no he hablado con Barberán desde hace dieciocho meses. Segundo. Yo no soy Mauricio Karl, ni Mauricio Karl es mi seudónimo. Tercero. Cuando usted, el año 1931, con ocasión de una huelga, acudió a mi despacho, recuerde que, aun siendo procedimiento que podía justificarse en defensa, yo deseché algo por su posible apreciación de violencia, estimé improcedente para funcionarios, y mucho más para otras personas que a usted servían. Con estas líneas creo que las trabajosas historias de Barberán quedan enmarcadas en la colección de sus trabajos y demostrado que no es su diario tribuna la más propia para hablar de mis violencias, que, dicho sea de paso, son tan gratuitas, que todos los republicanos, incluyendo en ellos al Sr. Barberán, no han demostrado ni pueden demostrar una sola de ellas. Con la cortesía obligada, se despide, Santiago Martín Báguena. Madrid, viernes, 1 de diciembre de 1933."» (ABC, Madrid, 7 de diciembre de 1933, página 23.)
Mauricio Carlavilla, un cuarto de siglo después, ofrece una explicación sobre esta identificación de Karl con Báguena en el contexto de la sanjurjada, el fracasado golpe de Estado que se intentó desde dentro del ejército al alba del 10 de agosto de 1932, en el que él habría tenido también cierto protagonismo:
«Ha de saber usted, señor Ansaldo, que quien llevó al señor Martín Báguena y otros a la preparación del 10 de agosto fui yo. Personalmente yo, presentado por la condesa de Santa María de Sisla, conferencié con el General Barrena una noche en su casa, Zurbano 21, designándome como enlace a su propio hijo Alfonso. Han muerto ya la mayoría de los personajes, aquella gran señora, la condesa, el patriota General, su bravo hijo, el coronel De Benito y otros, pero con familiares de todos podría reconstruir aquellos hechos, y sobre todo con Digno Fuertes Galindo, actual Comisario General de lo Político Social, y con muchos más que llevé a la conspiración. Habla usted de dinero, de 5.000 pesetas, que costaba aquel servicio de información. Debo aclararle que ni yo, ni Fuertes, ni otro alguno del grupo cobramos nada de ese dinero. El único que percibió algo, asignado a él personalmente por el General Barrera, fue Martín Báguena, y justificadamente, pues a la sazón, enero de 1932, se hallaba cesante, con unas migajas de jubilación, ochenta duros. Lo había dejado cesante Maura, Ministro de la Gobernación, y Carlos Blanco, Director General de Seguridad de la República –éste ya lo había sido con la Monarquía... ¡qué perspicacia!– haciéndolo víctima propiciatoria, con otros, igualmente inocentes, de la quema de los conventos... en ocasión que Báguena no tenía servicio, por haber sido trasladado a Astorga, donde no pudo tomar posesión por haberse amotinado los socialistas indígenas contra él. Reducido a cuatrocientas pesetas de jubilación para él, esposa y cuatro hijos, una hija tuberculosa, se refugió en Segovia, y allí fui yo a proponerle que entrara en la conspiración, trasladándose a Madrid, donde recibiría mil quinientas pesetas mensuales para cubrir su déficit económico. La primera cantidad se la entregué yo mismo en el café de Atocha, estando presente el compañero Fuertes. En los meses sucesivos, las recibió directamente de Alfonso Barrera. Honrado a ultranza toda su vida Báguena, y sin bienes personales, hubo que pensar en la justificación de sus ingresos secretos. Se halló la solución haciendo correr el rumor entre la Policía de que él era autor de mi primer libro, El Comunismo en España, y hasta él vendió directamente a policías amigos unos centenares, recibiendo una comisión del 40 por 100. Y como el libro se vendió mucho, nadie pudo sospechar que Báguena tenía ingresos que debían ocultarse.» (Mauricio Carlavilla, Anti-España 1959, Nos, Madrid 1959, págs. 26-27.)
Por supuesto, nadie asocia al ya famoso Mauricio Karl con el discreto policía Julián Carlavilla, quien, en la prensa, sólo aparece mencionado esporádicamente vinculado a la persecución de ladrones:
«El robo de la Casa Cler, de París. Una noche, en la plaza de la Opera, de París, se cometió un robo escandaloso. [...] La Policía francesa trabaja con éxito y logra detener a uno de los autores en Marsella; pero el 'consorte' gana la frontera y entra en España por Irún con la maleta de joyas que no podían vender a los 'peristas' de Francia. El Servicio Internacional publica en sus periódicos y revistas la reseña de las joyas, alfileres, sortijas, brillantes, y al poco tiempo, en una casa de la calle de Caballero de Gracia, aquí, en Madrid, los agentes del servicio móvil de la Dirección, señores Carlavilla, Más e Iglesias, encuentran casi todas las alhajas robadas en París. Estos agentes continúan sus indagaciones y recuperan, en el Monte de Piedad y en algunas casas de compraventa, el resto de las joyas. No faltó ni una piedra.» (Francisco Horacio, 'La Policía del mundo contra los ladrones internacionales', Estampa, Madrid, 27 agosto 1932, nº 242, pág. 9.)
aunque a principios de 1934 encontramos el nombre del policía implicado en una actuación más de corte político, adscrito a la Brigada Social: la detención del jóven socialista Lorenzo Montero Baeza (de diecisiete años, sobrino del portero de Hermosilla 65), que formaba en un grupo que recorría la calle Lagasca cantando La Internacional, como autor del disparo que hirió al estudiante José María Alós Pombo (salvo el ABC, los otros periódicos dan confundido el primer apellido: Dealos por De Alós), que formaba en otro grupo que les había increpado. José María Alós Pombo pertenecía a JONS (Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista), recién fusionadas con Falange, y fue condecorado el 29 de octubre de 1934 con el Aspa Roja «por haber sido herido en ocasiones diferentes y honrosas»: su nombre figura entre los fusilados por las autoridades republicanas en Paracuellos en las sacas de noviembre de 1936.
«Un herido. De un grupo de socialistas parte un disparo. Anoche, a primera hora, un grupo de unos cinco o seis muchachos iba por la calle de Lagasca cantando La Internacional. Al llegar a la calle de Hermosilla se encontró con otro grupo de varios jóvenes, que al oír La Internacional increparon a los que la cantaban. De éstos partió entonces un disparo, que fué a herir a José María Dealos Pombo, de diecisiete años y con domicilio en López de Hoyos, 9, que resultó herido de pronóstico reservado en un brazo. Mientras sus amigos le auxiliaban, los del grupo que cantaba La Internacional se dieron a la fuga; pero un guardia civil de la Comandancia del Sur, que pasaba por el lugar del suceso, pudo detener a Enrique Carrasco Mata, de dieciesiete años, habitante en Hermosilla, 12, cuarto, número 6. El autor del disparo pudo huir. El autor del disparo es detenido. De madrugada, los agentes señores Carlavilla y Horacio Iglesias detuvieron al autor del disparo. Fué llevado a la Dirección de Seguridad, en donde confesó llamarse Lorenzo Montero Baeza, de diecisiete años, con domicilio en Hermosilla, 65, portería, donde habita con su tío Félix Montero Salcedo. Declaró que había disparado y luego arrojado la pistola en la calle de Hermosilla.» (La Libertad, Madrid, martes 27 de febrero de 1934, pág. 3.)
«Detención del individuo que disparó contra el Sr. Alós y Pombo. Los agentes de la Brigada social D. Horacio Iglesias y D. Julián Carlavilla detuvieron esta madrugada a Lorenzo Montero Baeza, de diecisiete años, soltero, que vive en el domicilio de su tío, Félix Montero Salceda, Hermosilla, 65, portería. Este individuo, se confesó autor del disparo que causó la herida del estudiante señor Alós y Pombo, en la calle de Goya, esquina a Lagasca. El detenido, después de prestar declaración en la Brigada social, pasó, con el atestado correspondiente, a disposición del juez de guardia.» (ABC, Madrid, martes 27 de febrero de 1934, pág. 18.)
1934 Mauricio Karl publica El enemigo: marxismo, anarquismo, masonería
Tres ediciones de El comunismo en España se necesitaron para atender a los compradores de ese libro en 1932, que animaron a su autor, sin duda, a preparar una segunda entrega, todavía más de combate político e ideológico: El enemigo: marxismo, anarquismo, masonería, que se publicó a principios de junio de 1934, año decisivo en el devenir de la segunda república española. La prensa, más sectaria que dos años antes, se dio menos prisa en comentar el nuevo libro de Mauricio Karl: sólo el carlista El Siglo Futuro aprovechó para intentar barrer rápidamente para casa. El Sol se limitó esta vez a un acuse de recibo. Un mes después Cambó se querelló contra el autor, y a principios de septiembre el libro fue secuestrado (aunque ya se había vendido casi por completo). En ABC fue de nuevo Álvaro Alcalá Galiano quién con más ímpetu glosó el libro de Karl, dos meses y medio después de su aparición, en plena querella de Francisco Cambó, por calumnia e injuria, contra «el incógnito autor» Mauricio Karl (cuatro días después ABC hace saber que Cambó se ha querellado con Karl... pero se confunde y llama al libro con el título del comentario de Alcalá-Galiano... y quince días después Galinsoga protesta por el anonimato que encubre a ese «personaje misterioso que se oculta bajo el seudónimo de Mauricio Karl»). Incluso, retiradas las frases dedicadas a Cambó, la segunda edición de El enemigo tuvo ciertas dificultades para que fuera autorizada su venta.
«Dos libros. Llegan a nosotros, con diferencia de horas, en un mismo día, dos libros que estarán en muchas manos. No queremos ahora escribir aquí ni una sola linea comentándolos. Pero si decir que uno y otro –Defensa de la hispanidad, por don Ramiro de Maeztu, y El enemigo. Marxismo, Anarquismo, Masonería, por Mauricio Karl–, por diferentes caminos, convergen contra todo lo antiespañol, contra la antipatria aún dominante políticamente. Fuera de lo político, es decir, en lo realmente popular, en el alma y en el corazón de una inmensa mayoría de españoles, la hispanidad crece, y con ella la repulsa al «enemigo», el liberalismo, cápsula en que se encerraron las semillas de la Revolución, de la Internacional, de la Masonería, de toda extranjería en suma. Estos dos libros no son, pues, obras de arriba abajo; queremos decir proyección de lo que piensan unos hombres sobre lo que no piensan los lectores, sino confirmación y esencia de lo que éstos, más o menos oscuramente, van viendo, sintiendo o atisbando. España está ya absolutamente perdida para la revolución, como está perdida Europa y pronto lo estará el mundo. Y estos libros y otros anteriores y los que cada vez con mayor frecuencia irán apareciendo prueban el intenso y profundo movimiento de retorno a la hispanidad, nombre un poco nuevo, que tiene el suyo viejo y más que nunca actual: Tradición. El uno, el de don Ramiro de Maeztu, libro afirmativo; el otro, el de Karl, copioso de razones-hechos para responder que no a cuantos rechazan la afirmación patriótica. Y uno y otro muestra palpable de que España vuelve, de que la ola de fondo tradicionalista cubre al país entero. Y su espuma de hoy son estos libros de exaltación española, de afirmación y prueba tradicionales, de combate contra la revolución liberal, socialista, internacional y masónica.» (El Siglo Futuro. Dios Patria Rey, Madrid, 6 de junio de 1934, pág. 1.)
«Libros recibidos. Mauricio Karl: El enemigo, Marxismo. Anarquismo. Masonería. Librería San Martín. Madrid. Precio, 6 pesetas.» (El Sol, Madrid, sábado 16 de junio de 1934, pág. 7.)
«En un libro reciente –interesantísimo y terrible, que hay que leer–, El enemigo, de Mauricio Karl, seudónimo de un escritor español enterado de muchas cosas, se dice que el ministro de la Gobernación, señor Salazar Alonso, ha sido 'irradiado' de la masonería. Nos interesó la afirmación y aunque el asunto era delicado y difícil de esclarecer, hemos tenido la fortuna de conocer con precisión lo sucedido, y vamos a informar a nuestros lectores.» («Para la historia secreta. La masonería y el señor Salazar Alonso», La Cruz, diario católico, Tarragona, 23 junio 1934, pág. 2.)
«A propósito de un libro de Mauricio Karl. Una querella del señor Cambó. A cuenta de la publicación de un reciente e interesantísimo libro de Mauricio Karl titulado El enemigo: Marxismo, Anarquismo, Masonería, del que ya publicaremos una extensa bibliografía, como la obra merece, y con motivo de ciertas afirmaciones que en ella se hacen sobre la significación del señor Cambó al frente de la Lliga, se ha citada al autor a juicio de conciliación previo a la querella que el famoso político catalán piensa presentar contra el referido publicista. Del fundamento que las afirmaciones de este señor tengan, los lectores de su obra, pueden juzgar siguiendo con el interés a que invitan estas atractivas páginas, los razonamientos que llevan al señor Karl a hacer las afirmaciones motivo de la querella.» (El Siglo Futuro. Dios Patria Rey, Madrid, jueves 5 de julio de 1934, pág. 2.)
«El Sr. Cambó cita a juicio de conciliación al autor del libro "El Enemigo: Marxismo, anarquismo, masonería". El escritor Mauricio Karl, autor del libro El enemigo: Marxismo, anarquismo, masonería, ha sido citado a juicio de conciliación por el jefe de la Lliga catalana y diputado a Cortes, D. Francisco Cambó, por lo que dice Mauricio Karl en su libro [del] político catalán.» (ABC, Madrid, jueves 5 de julio de 1934, pág. 27.)
«El enemigo. Marxismo. Anarquismo. Masonería, por Mauricio Karl. Madrid, 1934. Un tomo en rústica de 272 páginas, seis pesetas. Las primeras treinta páginas de esta obra no hacen pensar en el mérito e interés de lo que sigue. Porque éste es de los libros verdaderamente atractivos y originales. Una de las mayores originalidades es el ensayo, que hace en una de sus partes, de una interpretación masónica de la Historia de España, en la que explica muchos hechos de Felipe V acá por la influencia de la masonería, cuyo origen inglés se acusa en la pérdida de Gibraltar seguida de la aparición oficial de la secta entre nosotros. Lástima que este erudito ensayo histórico sea interrumpido, aunque con la promesa por parte del autor de reanudarlo más adelante, si bien la interrupción se compensa sobradamente por la interpretación masónica, que aventura razonadamente de la muerte del general Primo de Rivera, y el encumbramiento de Casares, a pesar de la negligencia con que no evitó el estallido de Jaca. Podía tal vez el autor ver si no había algo misterioso también en el fallecimiento de Don Jaime de Borbón, Caudillo de la Comunión Tradicionalista... Con valentía poco frecuente al atacar a la Masonería, no vacila en señalar la táctica de la secta en injertarse en las entidades que le conviene manejar a su antojo (Sociedad de las Naciones, Acción Católica italiana), y su perverso ideal no realizado ni realizable, pero por el que viene luchando de antiguo, apoyada en las regalías, de infiltrarse en el Colegio Cardenalicio y llegar a tener un Papa sumiso a sus maquinaciones, aunque desconocedor de ellas. Este ideal horroriza al autor, que no vela sus sentimientos religiosos y cristianos en diversos pasajes, razón por la que nos extraña llame grande a Lerroux, buen hombre a Canalejas, y herejes a los templarios. Son errores históricos, pues bien se escandaliza de ciertos aplausos de diputados antimasónicos al Gran Maestre Martínez Barrio. En una última parte, juzgando la situación actual del mundo, establece parangones muy ilustrados entre la revolución francesa y la rusa y entre Trotsky y Stalin, y hace erizarse de espanto el cabello a los gobernantes y lectores alegres y confiados que no avizoran el peligro de una próxima revolución socialista en España, manejada por la masonería. Bien razona su predicción: pero por encima de todo está Dios, y dígnese Él salvar a este desventurado pueblo.» (El Siglo Futuro. Dios Patria Rey, Madrid, sábado 7 de julio de 1934, pág. 4.)
«La lectura de un libro reciente, sensacional, lleno de inauditas revelaciones, parece, confirmar de nuevo lo indefensa que está hoy día nuestra Patria ante la coalición de sus adversarios, visibles u ocultos. Más de una vez he señalado en estas mismas columnas los manejos de la Internacional revolucionaria contra España. Por eso celebro haber coincidido antes en muchos puntos de vista con el autor de El enemigo, Mauricio Karl. ¿Quién es Mauricio Karl? ¡Misterio! En torno a este seudónimo corren los rumores más fantásticos. Yo comprendo que el aludido no tenga demasiadas ganas de rasgar el velo de la discreción, pues ha descubierto secretos políticos y ha señalado a personas y Asociaciones que prefieren maniobrar en la sombra. ¡Cuidado, Mauricio Karl, porque por muy hábil que sea usted, «el enemigo» tiene, como usted mismo dice en su obra, agentes, espías y ejecutores para sus venganzas! Y no sería extraño que tratara de «perjudicarle», según la conocida receta americana, antes de que publique usted su anunciada obra sobre la organización en nuestro país.» (Álvaro Alcalá-Galiano, «Los enemigos de la Patria», ABC, Madrid, 17 de agosto de 1934, págs. 15-16.)
«El Sr. Cambó se querella por injuria y calumnia contra el autor de un libro. Nos consta que el ex ministro y actual diputado a Cortes por Barcelona D. Francisco Cambó tiene iniciada un acción judicial por calumnia e injuria contra el incógnito autor del libro Los enemigos de la Patria, firmado con el seudónimo de Mauricio Karl.» (ABC, Madrid, 21 agosto 1934, pág. 26.)
«El Sr. Cambó se querella. Madrid, 21. Dice hoy ABC: Nos consta que el ex ministro y actual diputado a Cortes por Barcelona don Francisco Cambó tiene iniciada un acción judicial por calumnia e injuria contra el incógnito autor del libro Los enemigos de la Patria, firmado con el seudónimo de Mauricio Karl.» (La Cruz, diario católico, Tarragona, 22 agosto 1934, pág. 6.)
«Hemos de oponer un serio reparo, no sólo a El enemigo, sino también al libro que le precedió, El comunismo en España, y que apareció firmado igualmente por este personaje misterioso que se oculta bajo el seudónimo de «Mauricio Karl». Hay en estas obras un aire y un sentido polémicos que exigen la plenitud de claridad en su autor, so pena de perder fuerza y hasta de caer en libelismo todo el arranque combativo con que se arman para una cruzada nacional las tesis honradas que inspiran sus páginas. Y no hay esa plenitud en cuanto el autor se eclipsa y se abroquela tras las fáciles comodidades de un seudónimo. En El enemigo, además, se formulan algunas graves hipótesis, que llegan a ser afirmaciones y denuncias en algunos casos, las cuales o son recursos efectistas tangentes con el juicio temerario o, si son una concreta acusación, necesitan llevar el refrendo de una paternidad inequívoca y de una estricta responsabilidad.» (Luis de Galinsoga, «El enemigo», de Mauricio Karl, ABC, Madrid, 5 de septiembre de 1934, pág. 10.)
«Un atropello intolerable. Ha sido recogido el libro El enemigo de Mauricio Karl, por supuestas injurias al señor Cambó. Y retiradas las supuestas ofensas no se autoriza la venta de una segunda edición. Una carta del autor. "Señor director de LA ÉPOCA. Muy señor mío: La semana pasada fué secuestrado por orden judicial mi libro El Enemigo; Marxismo, Anarquismo, Masonería, alegando supuestas injurias al señor Cambó, con tan mala fortuna, que, agotada la edición, sólo quedaban cuatro ejemplares. Es indiscutible que una supuesta injuria sea motivo de secuestro sin ser requerido el autor para declarar siquiera. Ya se discutirá donde proceda. Pero lo que no estoy dispuesto a tolerar sin la más encendida protesta, es que no se autorice la venta de una segunda edición de El Enemigo, donde se ha eliminado toda referencia al querellante señor Cambó; es decir, el motivo de la supuesta ofensa. Desaparecida la causa de la querella, debe desaparecer el efecto. A El Socialista se le permite todos los días tirar una nueva edición eliminando los artículos denunciados, y podríamos citar mil ejemplos más. Denuncio a la opinión española este ataque, sin precedentes, a la libertad de un escritor. Espero, por estimarlo de justicia, se rectifique en breve. Si trámites dilatorios lo impidieran, tendría derecho a pensar que el poder de la Masonería era tanto que, sobre los códigos podría amordazar a este escritor nacional en esta hora trágica de España. Pero eso no lo conseguirá el enemigo..., ni matándome. Por patriotismo, por los fueros de la libertad del escritor y por ser de justicia, le ruego, señor director, acoja estas líneas en el periódico de su digna dirección. Reciba por ello las gracias anticipadas de su afectísimo y agradecido, s. q. e. s. m., Mauricio Karl."» (La Época, Madrid, miércoles 19 de septiembre de 1934, pág. 3.)
«Cartas. Señor Dr. de EL SIGLO FUTURO. Muy señor mío: La semana pasada fué secuestrado por orden judicial mi libro El Enemigo: marxismo, anarquismo, masonería, alegando supuestas injurias al señor Cambó, con tan mala fortuna, que, agotada la edición, sólo quedaban cuatro ejemplares. Es indiscutible que una supuesta injuria sea motivo de secuestro sin ser requerido el autor para declarar siquiera. Ya se discutirá donde proceda. Pero lo que no estoy dispuesto a tolerar sin la más encendida protesta, es que no se autorice la venta de una segunda edición de El enemigo, donde se ha eliminado toda referencia al querellante señor Cambó; es decir, el motivo de la supuesta ofensa. En ella no aparece 'la causa' de la querella, luego debe desaparecer 'el efecto'. A El Socialista se le permite todos los días tirar una nueva edición eliminando los artículos denunciados, y podríamos citar mil ejemplos más. Denuncio a la opinión española este ataque, sin precedentes, a la libertad de un escritor. Espero, por estimarlo una injusticia, se rectifique en breve. Si trámites dilatorios lo impidieran, tendría derecho a pensar que el poder de la masonería es tanto que podía amordazar a este modesto escritor español, impidiendo que su alarido de patriotismo herido llegue a la conciencia nacional en esta hora trágica de España. Pero eso no lo conseguirá el enemigo... ni matándome. Por patriotismo, por los fueros de la libertad del escritor, y por ser de justicia, le ruego, señor director, acoja estas líneas en el periódico de su digna dirección. Reciba por ello las gracias anticipadas de su affmo. y agradecido servidor q. e. s. m., Mauricio Karl.» (El Siglo Futuro. Dios Patria Rey, Madrid, jueves 20 septiembre 1934, pág. 5.)
«Karl, aunque no lo conozcamos, es un hombre inteligente y suponemos que un caballero honrado. Seguramente, comprenderá la gravedad de sus palabras, máxime acusando también como acusa de masones a los Quintanillas, Seguí, Ascaso, Quemades y Evelino. Esperamos las pruebas. Y yo me permitiría rogarle a Karl, cuyo libro El Enemigo, tanto he ayudado a propagar y a difundir con las citas que de él he hecho, nos diera pronto esas pruebas, con tal evidencia que no dejaran lugar a dudas. Los anarquistas no tienen ídolos ni jefes, y por eso no le temen a la verdad.» (Joaquín Julio Fernández, «Palabras de un libertario», La Unión, Sevilla, 7 diciembre 1934, en Documento 58, tomo 13 de Biblioteca Las Sectas, Barcelona 1935.)
[ e n     p r o c e s o ]
«En otra ocasión se presentó un falangista que me dijo que se llamaba Mauricio Karl{12}, que posteriormente me enteré de que había sido inspector de policía de la Dirección General de Seguridad de Madrid, y me manifestó que le habían encargado gestionar mi canje con José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, que se encontraba preso en la Prisión Provincial de Alicante. Este individuo, que me visitó con frecuencia durante algún tiempo, se deleitaba manifestándome con verdadero sadismo que mi vida dependía de la de Primo de Rivera, lo que, teniendo en cuenta la situación en que decía encontrarse el jefe del fascismo español, era tanto como decirme que mis días estaban contados. Escribí una carta a mi padre informándole de cuál era mi situación, más que nada para que tuviera noticias mías, ya que como se suponía, y así pude comprobarlo posteriormente, tanto él como el resto de la familia me daban por fusilado, hasta el extremo de que mis hermanas se vistieron de luto; pero escribí la carta convencido de que nunca aprobaría mi padre canje tan desacabellado, como así se lo hice saber a Mauricio Karl{13}. Aún hoy ignoro si dicha carta llegó a su destinatario, ya que nunca tuve la fortuna de volver a ver a mi padre.» «{12} Mauricio Karl, que en realidad se llamaba Mauricio Carlavilla, había sido inspector de policía. Según el testimonio del entonces comunista José Bullejos, formó parte de las fuerzas de orden público contra las huelgas y mítines del PC durante la dictadura de Primo de Rivera. José Bullejos habla de él en su libro La Comintern en España. Recuerdos de mi vida, México 1972, p. 39. {13} La carta está publicada en el libro de Bernardo Gil Murgarza, España en llamas, 1936, Padua, Barcelona 1968, p. 232.« (testimonio de Francisco Largo Calvo [hijo de Francisco Largo Caballero], en Ascensión Hernández de León-Portilla, España desde México. Vida y testimonio de transterrados [1978], Algaba, Madrid 2004, págs. 231.)
Mauricio Carlavilla del Barrio, ya jubilado
«† Don Julián Mauricio Carlavilla del Barrio (Mauricio Karl), Ex comisario de Policía y escritor, falleció en Madrid el día 24 de junio de 1982, a los ochenta y seis años de edad. D. E. P. Su esposa, Yolanda-Hortensia Nicieza González; hermanos, Angel, Julio y Jesús; hermanos políticos, sobrinos, primos y demás familia, ruegan una oración por su alma. Y comunican que el entierro tendrá lugar hoy, viernes 25, desde la casa mortuoria, calle Drácena 38, al cementerio de Nuestra Señora de la Almudena, a las once de la mañana. El funeral se celebrará el próximo lunes, día 28, a las ocho de la tarde, en la parroquia de Santa María Magdalena (calle Drácena 23).» (ABC, Madrid, 25 de junio de 1982, pág. 98.)
«Mauricio Karl, escritor anticomunista. Julián Mauricio Carlavilla, autor de varios libros contra la república, el comunismo, y los masones, publicados fundamentalmente entre los años 1931 y 1937, con el seudónimo de Mauricio Karl, por el que era conocido, falleció el pasado jueves en Madrid a los 86 años de edad. Julián Mauricio Carlavilla fue comisario de policía y estuvo encargado en varias ocasiones de la orden de busca y captura de sí mismo. Sus restos mortales fueron enterrados ayer por la mañana en presencia de familiares y amigos.» (El País, Madrid, 26 de junio de 1982.)
«† Primer aniversario de Don Julián-Mauricio Carlavilla del Barrio (Mauricio Karl), Comisario principal de Policía jubilado y escritor, falleció en Madrid el día 24 de junio de 1982, a los ochenta y seis años de edad. D. E. P. Su esposa, hermanos y demás familia, ruegan una oración por su alma. El funeral de aniversario se celebrará el día 24 de los corrientes, a las once y media horas, en la parroquia de Santa María Magdalena (calle Drácena 23, final bus 52).» (ABC, Madrid, 23 de junio de 1983, pág. 98.)
«† Segundo aniversario de D. Julián-Mauricio Carlavilla del Barrio (Mauricio Karl), Comisario principal de Policía. Jubilado y escritor, falleció en Madrid el día 24 de junio de 1982, a los ochenta y seis años de edad. D. E. P. Su esposa, hermanos y demás familia, ruegan una oración por su alma. El funeral de aniversario se celebrará hoy, día 24, a las ocho de la tarde, en la parroquia de Santa María Magdalena (calle Drácena, número 23, final bus 52).» (ABC, Madrid, 24 de junio de 1984, pág. 101.)
«† Tercer aniversario de D. Julián Mauricio Carlavilla del Barrio (Mauricio Karl), Comisario principal de Policía. Jubilado y escritor, falleció en Madrid el día 24 de junio de 1982, a los ochenta y seis años de edad. D. E. P. Su esposa, hermanos, sobrinos y demás familia, ruegan una oración por su alma. El funeral de aniversario se celebrará mañana, día 24, a las siete de la tarde, en la parroquia de Santa María Magdalena (calle Drácena, 23), final bus 52. En Oviedo (Asturias) iglesia San Isidoro, a las ocho de la tarde.» (ABC, Madrid, 23 de junio de 1985, pág. 108.)
Bibliografía cronológica de Mauricio Karl / Mauricio Carlavilla
1932 Mauricio Karl (del Servicio Secreto Internacional), El comunismo en España. 5 años en el Partido, su organización y sus misterios, Imp. Sáez Hermanos, Madrid 1932, 251 págs. Colofón: «Esta obra se terminó de imprimir en el establecimiento tipográfico de Sáez Hermanos, calle de Martín de los Heros, 61, Madrid, el día 12 de febrero de 1932.» Segunda edición, Imp. Sáez Hermanos, Madrid 1932, 250 págs. Tercera edición, Imp. Sáez Hermanos, Madrid 1932, 250 págs.
1934 Mauricio Karl, El enemigo: marxismo, anarquismo, masonería, Imprenta de Sáez Hermanos, Madrid 1934, 271 págs. 2ª ed.: Imprenta de Sáez Hermanos, Madrid 1934, 279 págs.
1935 Mauricio Karl, Asesinos de España: marxismo, anarquismo, masonería. Continuación de 'El enemigo', Ediciones Bergua, Madrid 1935, 403 págs.
Mauricio Karl, El enemigo: marxismo, anarquismo, masonería, cuarta edición, Ediciones Bergua, Madrid 1935, 286 págs.
Mauricio Karl, El comunismo en España, 1931-1935, cuarta edición, Ediciones Bergua, Madrid 1935, 343 págs. + tarjeta: «Advertencia. En el último libro de Mauricio Karl, Asesinos de España, recientemente aparecido, se dice, por error, que la última edición de El Comunismo en España es la quinta, siendo así que es la cuarta, que, en efecto, está muy modificada y ampliada.» Colofón: «Esta cuarta edición se terminó de imprimir en el establecimiento tipográfico de Sáez Hermanos, calle de Martín de los Heros, 65, Madrid, el día 6 de octubre de 1935.»
1937 Mauricio Karl, Técnica del Komintern en España, Tip. “Gráfica Corporativa”, Badajoz 1937, 237 páginas (En el lomo: 1938. Contraportada: 5 pesetas.)
[ e n     p r o c e s o ]
Sobre Mauricio Karl / Mauricio Carlavilla en el Proyecto Filosofía en español
Álvaro Alcalá Galiano, «¿Hacia el paraíso comunista?», ABC 15 marzo
Jorge Vigón, «El comunismo en España, por Mauricio Karl», Acción Española 1 mayo
1934 Álvaro Alcalá-Galiano, «Los enemigos de la Patria», ABC 17 agosto
Luis de Galinsoga, «El enemigo», de Mauricio Karl, ABC 5 sept
2004 Eduardo Connolly de Pernas, Mauricio Carlavilla: el encanto de la conspiración, Hibris nº 23