Antes de comenzar este acto entrañable, con la lectura de unas breves, sencillas y emocionadas cuartillas, en honor de los siete aviadores alemanes, de edades comprendidas entre los 20 años del más joven, el alevín del panteón, y 27 años, el más veterano entre sus compañeros yacentes, todos ellos combatientes de la legendaria Legión Cóndor, que reposan el sueño eterno en estas sepulturas colocadas en correcta formación, excavadas en la tierra noble y soleada de España, voy a invocar sus respectivos nombres y a solicitar de vosotros una exclamación firme, sonora y unánime, de fiel compromiso y recuerdo, con un rotundo y mayestático ¡PRESENTE!
· Heinz Lignitz
· Joseff Ullmann
· Johann Seitz
· August Heyer
· Leo Falk
· Georg Übelhack
· Walter Brotzmann
Camaradas de la lealtad:
Nos encontramos, aquí y ahora, en tierra sagrada, en un camposanto , si, en un camposanto, en la ciudad de los muertos y de las reliquias, junto a un panteón que guarda las cenizas de siete héroes, de siete camaradas alemanes que, rompiendo la barrera del olvido y de la muerte, perviven y gozarán de la eternidad perenne en el latir de los corazones, que, como vosotros, valoren como referente el sacrificio de su inmolación y la entrega de sus jóvenes vidas y de sus almas, por un ideal superior e inmortal.
Aquí, junto a sus tumbas, se percibe, mejor que en ningún otro lugar, su presencia y su energía espiritual, en este recoleto recinto bautizado por la sangre fecunda y valiente de estos siete aviadores, que encuadrados en un magnífico cuerpo expedicionario eligieron la muerte como meta del honor.
El 18 de julio de 1936 España lanzaba un estentóreo grito de salvación nacional, invocando una convocatoria inapelable: ¡A MI LA LEGION!
A la llamada, a la cita de la voz que salía de una Patria amenazada y en difícil trance, concurrieron solícitos dos cuerpos legionarios, de guerreros bisoños y curtidos, que escucharon y respondieron al emplazamiento: al sur de la Península, al otro lado del Estrecho que guardan y custodian las columnas de Hércules, se alzaba, altiva y a paso legionario, la Legión Española de los soldados de Franco, de Yagüe y de Millán Astray; en la Europa Central, en la Alemania Nacional-socialista, al paso de la oca, impulsados por la conciencia racial y el sentido del deber, desde Germania, la tierra de los genuinos germanos, que su traducción literal es, de nuestros auténticos hermanos, se pusieron en marcha hacia los confines del occidente europeo, hacia el Finisterre peninsular, donde la tierra firme gana los últimos espacios al océano Atlántico, formando otra Legión, la Legión Cóndor, en una compacta fuerza de intervención, de caballeros del aire, de ahí su calificativo de Cóndor, para venir a auxiliar a España del dilema amargo en el que estaba inmersa.
En la Legión Cóndor se alistó la mejor juventud alemana, lo más granado y florido del nuevo amanecer, que vinieron al encuentro y al socorro de sus camaradas españoles, combatientes de la nueva Reconquista, a la que se bautizó con el sacrosanto nombre de Cruzada de Liberación.
En la escarapela de las alas, en el fuselaje de sus aviones, los mandos de la Legión Cóndor colocaron, como distintivos de identificación, las aspas de San Andrés, que recordaban, de forma estilizada, la enseña nacional de nuestros viejos Tercios, para redimir en aquellos momentos de peligro, la cultura y la historia memorable de nuestro pueblo.
Si la formación de la invicta Legión Cóndor fue posible, se debe, en primer lugar, a la decisión acertada y responsable, adoptada durante la celebración del Festival de Bayreuth, en la noche del 25 al 26 de julio de 1936, tras la audición de la ópera “Sigfrido” de Richar Wagner, por el gran Führer y Canciller del Reich, Adolf Hitler, que supo querer y entender las esencias más nobles e hidalgas del ser español, a quien respaldaron, en su valiente iniciativa, con ardiente entusiasmo, su fiel lugarteniente Rudolf Hess, honor y gloria eterna al prisionero y mártir de la paz, y su ministro de Aviación Hermann Goering, quien se afanó a la empresa con verdadero entusiasmo, a cuya operación se la impuso, en un principio, el nombre de “Fuegos mágicos”.
Formaron aquella Legión, esa unidad mítica de voluntarios, en las diversas expediciones, un total de 5.000 hombres, marciales, técnicos, audaces, disciplinados, desafiantes, que surcaron con sus aparatos, sobrevolando el espacio con sus aviones de combate, de transporte, de caza o de reconocimiento, modelos Heinkel, Donier, Junkers, Messerschmitt y Skudas, como águilas en el cielo, auténticos escuadrones volantes, blandiendo los vientos, atravesando las rutas aéreas de España, al mando del general Von Sperrle y del coronel Von Richtofen, en los que están representados los grandes ases de su unidad, entre los que encontramos hombres de la talla de Adolf Galland o Wernër Mölders, leyendas vivas, mitos vivientes, de las grandes hazañas bélicas de todos los tiempos.
La Legión Cóndor se apuntó, en su ejecutoria militar, en su brillante hoja de servicios, el derribo de 296 aviones rojos, 235 de los cuales lo fueron por la pericia y la audacia de sus pilotos en el fragor del combate aéreo.
Nuestros camaradas de la Legión Cóndor, nos acompañaron hasta final de la Cruzada, hasta el último disparo, y marcharon con nuestras fuerzas, al unísono, en el desfile de la Victoria, cuya parada tuvo lugar en Madrid el 19 de mayo de 1939, dejando entre nosotros, para siempre, a los mejores, a los Caídos en combate, en el fragor de la batalla, a 300 héroes que nos llenan de orgullo y a quienes debemos honrar con eterna gratitud, porque ellos murieron para que nosotros hayamos podido vivir, para seguir su ejemplo de los valores que, con su muerte y con su ideal, nos trasmitieron mejor que con las palabras huecas de la corrupta democracia que ahora nos circunda y nos asfixia.
Sus veteranos combatientes se hicieron acreedores de la Cruz Española, al mérito, al coraje, al valor, a la camaradería y al compañerismo hispano.
Como santuario del Honor de lo que fue la hazaña de la Legión Cóndor en España, están enterrados, en esta necrópolis de La Almudena, los cuerpos de estos siete héroes, tres de ellos caídos el día 8 de diciembre de 1936 en Arenas de San Pedro, en la provincia de Ávila, y los otros cuatro el 26 de julio de 1937, en la provincia de Madrid.
Fue el 2 de julio de 1942, hace ahora exactamente 70 años, cuando los ataúdes de los gloriosos aviadores alemanes, envueltos en la bandera española con la cruz esvástica, la España auténtica y la gran Alemania genuina, solidariamente unidas, y sobre sus féretros el casco de acero y las ramas de laurel que ganaron con su gesta.
Hace unos meses, en la canícula de julio del presente año, la leyenda y la sepultura de aquellos que ofrendaron su vida en lucha abierta contra el comunismo internacional, ha sido recientemente profanada por los fariseos y los hipócritas que hoy gobiernan tanto en Alemania como en España, que no respetan a los muertos gloriosos, que no pueden soportar en su radical iniquidad, la verdad de una evidencia, que estaba escrito en este mausoleo, en la cabecera de sus sepulcros, donde se podía leer, en una lápida con razón y con justicia, en alemán, que “Los aviadores alemanes aquí enterrados murieron luchando por una España Libre” y donde en español se apostillaba, de forma lapidaria: “Aviadores alemanes muertos por Dios y por España” ¡Presentes!
Parafraseando las palabras pronunciadas, en este mismo lugar, por el Embajador de Alemania Von Stohrer, cuando fue elegido como espacio para la morada perpetua de estos siete luchadores que sabían que la muerte no era el ocaso, y como recuerdo para quienes, con arrojo y altruismo sin límites, tomaron parte en nuestra Cruzada, refrendar que este solar por su fuerte significado “destaca el espíritu de hermandad que existe entre los Ejércitos español y alemán, pues en la gloriosa guerra española, Alemania, con su Legión Cóndor, luchó unida al Ejército Español para combatir al enemigo común, y hoy,- se pronunciaban estas palabras en julio de 1942- en los campos de Rusia, la gloriosa División Azul lucha brillantemente al lado de las tropas alemanas, para arrollar al comunismo, enemigo de Europa de la civilización” y que con este póstumo honor, a los aviadores de su Patria, sería siempre para el pueblo alemán “un recuerdo inolvidable”.
La vandálica actuación de la Embajada alemana actual, contra este vestigio de los más altos valores humanos representado en esta plataforma de gloria y victoria, de muerte y redención, funcionarios despreciables y sin escrúpulos, amordazados y esclavizados por los manejos de Judea, con su odio incondicional y sempiterno, merecen nuestro desprecio más absoluto, al tiempo que rendimos tributo de homenaje y admiración por estos hombres, nuestros mejores camaradas, que con su muerte épica elevaron el sentido de la dignidad a su más alto rango.
Una vez más: Caídos de la Legión Cóndor ¡Presentes!
Heil Hitler!
¡Arriba España!
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