Hacen treinta y dos años, en una fría madrugada de Diciembre, suena el teléfono de mi casa. Dormía profundamente. La experiencia me decía que lo que me iban a decir no sería agradable. Algún chaval ha sido detenido por realizar pintadas o quizás, algún enfrentamiento con los comunistas que nos ha causado algún herido o detenido. Tenía a mano el teléfono del abogado que le tocaba guardia esa noche.
Era el antiguo Jefe de la Sección C, creada por Juan Ignacio. Creí que mi corazón iba a saltar en mil pedazos. ¡Han asesinado a Juan Ignacio!
Me faltaban palabras para preguntar a mi interlocutor, como, cuando, donde. ¿Hay más victimas?
Como una película en cámara lenta, vi pasar imágenes compartidas de mi amigo, jefe y camarada.
Aquella tarde en la primavera del 76, en la que llega a la sede de Fuerza Joven, un chaval, no venía a afiliarse, eso era lo fácil, me manifestó su deseo de luchar, combatir y militar.
En sus ojos vi la ilusión, su personalidad arrolladora, ganas infinitas y su disposición impecable. Ese día nació para España un líder, un Caudillo, y yo sin saberlo, fui el primero en conocerle.
Recuerdo a nuestro Juan Ignacio cuando llegaba a la sede, ya en calidad de Jefe Nacional de fuerza Joven, lo primero que hacía era informarse de las agresiones que habían sufrido ese día sus chavales. Había que asignar las escuadras que iban a vengar la vejación del día anterior. Doy fe, que jamás, ningún atentado a sus chavales, quedaría sin contestar contundentemente.
Juan Ignacio sabía de la necesidad de ganar las calles. Las hordas rojas eran hasta esos momentos los dueños casi absolutos de las calles de España. Nuestra presencia empezó a ser masiva, multitud de pintadas, carteles por toneladas decorando las sucias avenidas y barrios de nuestra Patria. Presencia desbordante en las universidades, colegios, fábricas.
Algo había cambiado en España y Juan Ignacio era el máximo responsable de esa fuerza arrolladora que tenía que ganar las calles de España.
Empezaba a ser molesto para el régimen.
En Enero del 79. Las universidades son los núcleos más duros, nuestros camaradas apenas pueden andar solos, pues en cualquier momento podemos ser cercados por varios guarros y ser agredidos.
Así ocurrió, dos valientes chicas son vejadas por llevar varias pegatinas en sus cuadernos, banderas de España, de Falange y del Frente.
Las agresiones son un día sí y otro también. Nuestra presencia en las facultades empieza a ser molesta y abundante.
El día anterior, hay una reunión de los dirigentes de los grupos juveniles. Como en una piña, deciden sin protagonismos, dar un golpe de efecto a las hordas rojas universitarias.
Juan Ignacio tenía problemas en su trabajo, continuamente faltaba para hacerse cargo de las acciones directas. Ese día, me concede el honor de mandar las fuerzas del Frente que entrarán por la puerta principal de la facultad de Derecho.
Primera Línea irá al mando de Juanjo, Fuerza Joven con Carreras y Jóvenes de Falange, irán comandados por Fernando Santos.
La acción se considera un éxito, se limpia de carteles inmundos la facultad. En los enfrentamientos con las fuerzas rojas se obtiene una contundente victoria, el rojerío abandona sus firmes posiciones, para entregárselas a las fuerzas nacionales del momento.
Pero ya en esa época, las cloacas del Estado, estaban en su máximo apogeo, de forma incomprensible, se produce un herido de bala.
Todos somos inmediatamente arrestados. Curiosamente el herido era conocido y amigo nuestro, un bedel de la facultad, ex divisionario y ex Guardia Civil. Los servicios de Rosón no tardaron en culparnos. Esa, es una de las miles de injusticias y mentiras oficiales, de la transición del plomo, nombre bautizado con gran acierto, por nuestro Camarada Martín Ynestrillas.
Juan Ignacio, como era habitual, también fue detenido, si bien tenía más de cien testigos, de que había estado trabajando en el Registro de la Propiedad.
Fue en esa ocasión, cuando las fuerzas policiales, se comportaron con nosotros, como auténticos bandidos. Coacciones, amenazas y terribles torturas, con la indefensión producida por la Ley antiterrorista.
Estábamos aislados y la comunicación entre nosotros, resultaba imposible.
Juan Ignacio estaba en una celda cercana a la mía, y contantemente oíamos los mensajes de nuestro Jefe. Recuerdo ese ¡NO IMPORTA! Utilizado por nuestros viejos camaradas cuando eran perseguidos y exterminados por la chusma roja. Juan hizo suyo ese lema en aquellos duros momentos. En varias ocasiones oía al carcelero de turno golpear en la reja de Juan, amenazándole. Juan no le tenía miedo y le replicaba, yo lo he escuchado.
En cierta ocasión, cuando intuía que iban a subir a sus chavales para ser interrogados y torturados, Juan Ignacio nos alentaba con sus consignas y gritos. Un maldito carcelero entró en su celda, insultando, gritando y amenazando con la porra. Me impresionó, Juan Ignacio, lejos de amilanarse, con absoluta convicción explicó a aquel hombre cegado por el odio, quienes eran esos jóvenes, que estaban encerrados y torturados. En un momento, le explicó, como esos chavales habían estado en muchas ocasiones en las Provincias Vascongadas, acompañando el féretro de sus compañeros asesinados vilmente por la ETA.
En pocos minutos, el cambio de ese hombre fue radical, nos ofrecía cigarrillos e incluso quería compartir con nosotros su bocadillo.
Ese viejo Guardia, estuvo velando a Juan Ignacio el día de su asesinato.
Después de esos terribles diez días de incomunicación y tortura, pasamos a disposición judicial, declaramos ante el Juez, y a partir de ese momento, levantaron la incomunicación y el destino me otorgó, compartir celda con Juan Ignacio. Suerte la mía, el consuelo y los ánimos de nuestro Jefe, levantaban a un muerto.
Como no podía ser de otra manera, el juez tuvo que poner en libertad a Juan Ignacio, las pruebas de su inocencia eran más que contundentes.
Muchos de nosotros íbamos a ser enviados a prisión. Aún recuerdo a nuestro Juan abrazándonos uno a uno, prometió luchar a brazo partido para sacarnos de la cárcel, nos explicó nuestra nueva misión, llevar la lucha por España, a las cárceles de nuestra Patria, que ya por aquella época, empezaban a llenarse de jóvenes patriotas.
Nunca olvidaré nuestro traslado a prisión, la Guardia Civil, nos esposa de dos en dos, nos hace subir a un gigantesco furgón, la zona de los cristales estaba opaca por el metal, y había en la parte superior un ventanuco muy pequeño.
Apenas el furgón sale de los Juzgados, se interrumpe la marcha del mismo. Nos subimos a los asientos, asomamos nuestras caras por los ventanucos y allí estaba nuestro Juan Ignacio, rodeando el furgón, como haciendo la guardia de honor, brazo en alto, cantando las estrofas de nuestro cara al Sol. Todos los que en ese momento me importaban, mis padres, mi novia que años después sería la madre de mis hijos, mis mejores amigos y camaradas, todos sin excepción, comandados por nuestro Jefe, que después de doce días de encierro y tortura, en vez de irse a su casa a descansar, estaba dando el último adiós a los suyos.
Nunca olvidaré esa imagen, nosotros desde el interior del furgón, extendimos como pudimos, nuestros brazos esposados de dos en dos, para entonar aquel Cara al Sol imposible, porque la emoción ahogaba nuestro canto. Lastima no haber tenido, un “Amo del calabozo” para inmortalizar ese momento.
El entierro del Camarada caído, sería sin duda alguna, la última victoria de nuestro Jefe.
Había venido para la ocasión toda una compañía de la Reserva de la Policía. La orden era tajante y contundente. Juan Ignacio sería llevado al cementerio en coche fúnebre, y de ninguna de las maneras, sería trasladado a hombros por las calles de Madrid. Así nos lo comunicó, un Comandante de la Policía Nacional, viejo conocido por todos nosotros, famoso por su falta de escrúpulos y poca tolerancia, naturalmente, solo hacia nosotros.
Juan Ignacio era llevado a hombros, por los suyos, las calles de Madrid se iban inundando de gente que respetuosamente mostraba su admiración hacia el líder asesinado. Gentes que levantaban el brazo a su paso, banderas desde los balcones.
La orden de Rosón era contundente, no se podía permitir que el Líder Falangista fuera enterrado por las multitudes. Cada minuto que pasaba más gente se unía a la comitiva.
En Atocha, las fuerzas policiales cargan sin piedad y con una brutalidad sin precedentes. El féretro de Juan Ignacio, cae sonoramente al suelo. Los camaradas que lo portaban son salvajemente apaleados. Se produce el milagro, Los más jóvenes, casi niños, me atrevería decir, junto a varias de nuestras bravas muchachas, relevan a los camaradas heridos, el primer cinturón de defensa del sepelio, rodea a los “profanadores” y se enfrentan en una batalla campal sin precedentes.
Rápidamente se comunica al segundo cinturón de defensa, situado en embajadores y en las inmediaciones al Estadio Vicente Calderón, que actúen, al segundo son volcados varios coches, cocteles por las calles de Madrid, la finalidad es clara, dividir a las fuerzas provocadoras. La maniobra perece tener éxito.
Juan Ignacio entra triunfante a hombros de sus camaradas, a la Sacramental de San Justo. Allí su padre entonará emocionado las estrofas del “Cara al Sol”.
Un mes después, cientos de militantes, serán detenidos, torturados y exterminados, por un sistema corrupto. Las cárceles españolas se abarrotarán de jóvenes patriotas, y los más afortunados conseguirán exiliarse durante muchos años fuera de España. Mi recuerdo y admiración por todos nuestros cautivos.
Juan Ignacio, sentó unos cimientos de unidad, su féretro fue llevado por todos los grupos nacionales de la época, Primera Línea de la Falange, Fuerza Joven y Frente de la Juventud, todos unidos, en un simbolismo, que años después, sus herederos, debemos mantener y fomentar. Los desencuentros ya los dictaminaron los romanos, con su divide y vencerás.
¡Qué perra vida, siempre acaba con nuestros mejores!
Que magnifico fue ese hombre, incluso después de muerto, ganó su última batalla. Y es en la actualidad que su bandera se sitúa más alta que nunca, su imagen, casi desconocida, empieza a ondear en las ciudades y pueblos de España. Nuestros jóvenes empiezan a conocerlo y a preguntarnos, a los que si tuvimos el honor de estar a su lado, quién era ese gran personaje, que sin apenas medios, hizo tambalear los cimientos del putrefacto sistema.
Obligados estamos todos, asistir a los actos organizados por La Asociación In Memoriam Juan Ignacio, el próximo sábado día 15 de Diciembre. Allí estaré, en la Iglesia de San Manuel y San Benito de la Calle Alcalá, a las ocho treinta. Luego desde ese mismo lugar partiremos en manifestación hasta la sede del Frente de la Juventud reivindicando mas que nunca, treinta y un año después ¡JUSTICIA!
Abelardo Pons.
Era el antiguo Jefe de la Sección C, creada por Juan Ignacio. Creí que mi corazón iba a saltar en mil pedazos. ¡Han asesinado a Juan Ignacio!
Me faltaban palabras para preguntar a mi interlocutor, como, cuando, donde. ¿Hay más victimas?
Como una película en cámara lenta, vi pasar imágenes compartidas de mi amigo, jefe y camarada.
Aquella tarde en la primavera del 76, en la que llega a la sede de Fuerza Joven, un chaval, no venía a afiliarse, eso era lo fácil, me manifestó su deseo de luchar, combatir y militar.
En sus ojos vi la ilusión, su personalidad arrolladora, ganas infinitas y su disposición impecable. Ese día nació para España un líder, un Caudillo, y yo sin saberlo, fui el primero en conocerle.
Recuerdo a nuestro Juan Ignacio cuando llegaba a la sede, ya en calidad de Jefe Nacional de fuerza Joven, lo primero que hacía era informarse de las agresiones que habían sufrido ese día sus chavales. Había que asignar las escuadras que iban a vengar la vejación del día anterior. Doy fe, que jamás, ningún atentado a sus chavales, quedaría sin contestar contundentemente.
Juan Ignacio sabía de la necesidad de ganar las calles. Las hordas rojas eran hasta esos momentos los dueños casi absolutos de las calles de España. Nuestra presencia empezó a ser masiva, multitud de pintadas, carteles por toneladas decorando las sucias avenidas y barrios de nuestra Patria. Presencia desbordante en las universidades, colegios, fábricas.
Algo había cambiado en España y Juan Ignacio era el máximo responsable de esa fuerza arrolladora que tenía que ganar las calles de España.
Empezaba a ser molesto para el régimen.
En Enero del 79. Las universidades son los núcleos más duros, nuestros camaradas apenas pueden andar solos, pues en cualquier momento podemos ser cercados por varios guarros y ser agredidos.
Así ocurrió, dos valientes chicas son vejadas por llevar varias pegatinas en sus cuadernos, banderas de España, de Falange y del Frente.
Las agresiones son un día sí y otro también. Nuestra presencia en las facultades empieza a ser molesta y abundante.
El día anterior, hay una reunión de los dirigentes de los grupos juveniles. Como en una piña, deciden sin protagonismos, dar un golpe de efecto a las hordas rojas universitarias.
Juan Ignacio tenía problemas en su trabajo, continuamente faltaba para hacerse cargo de las acciones directas. Ese día, me concede el honor de mandar las fuerzas del Frente que entrarán por la puerta principal de la facultad de Derecho.
Primera Línea irá al mando de Juanjo, Fuerza Joven con Carreras y Jóvenes de Falange, irán comandados por Fernando Santos.
La acción se considera un éxito, se limpia de carteles inmundos la facultad. En los enfrentamientos con las fuerzas rojas se obtiene una contundente victoria, el rojerío abandona sus firmes posiciones, para entregárselas a las fuerzas nacionales del momento.
Pero ya en esa época, las cloacas del Estado, estaban en su máximo apogeo, de forma incomprensible, se produce un herido de bala.
Todos somos inmediatamente arrestados. Curiosamente el herido era conocido y amigo nuestro, un bedel de la facultad, ex divisionario y ex Guardia Civil. Los servicios de Rosón no tardaron en culparnos. Esa, es una de las miles de injusticias y mentiras oficiales, de la transición del plomo, nombre bautizado con gran acierto, por nuestro Camarada Martín Ynestrillas.
Juan Ignacio, como era habitual, también fue detenido, si bien tenía más de cien testigos, de que había estado trabajando en el Registro de la Propiedad.
Fue en esa ocasión, cuando las fuerzas policiales, se comportaron con nosotros, como auténticos bandidos. Coacciones, amenazas y terribles torturas, con la indefensión producida por la Ley antiterrorista.
Estábamos aislados y la comunicación entre nosotros, resultaba imposible.
Juan Ignacio estaba en una celda cercana a la mía, y contantemente oíamos los mensajes de nuestro Jefe. Recuerdo ese ¡NO IMPORTA! Utilizado por nuestros viejos camaradas cuando eran perseguidos y exterminados por la chusma roja. Juan hizo suyo ese lema en aquellos duros momentos. En varias ocasiones oía al carcelero de turno golpear en la reja de Juan, amenazándole. Juan no le tenía miedo y le replicaba, yo lo he escuchado.
En cierta ocasión, cuando intuía que iban a subir a sus chavales para ser interrogados y torturados, Juan Ignacio nos alentaba con sus consignas y gritos. Un maldito carcelero entró en su celda, insultando, gritando y amenazando con la porra. Me impresionó, Juan Ignacio, lejos de amilanarse, con absoluta convicción explicó a aquel hombre cegado por el odio, quienes eran esos jóvenes, que estaban encerrados y torturados. En un momento, le explicó, como esos chavales habían estado en muchas ocasiones en las Provincias Vascongadas, acompañando el féretro de sus compañeros asesinados vilmente por la ETA.
En pocos minutos, el cambio de ese hombre fue radical, nos ofrecía cigarrillos e incluso quería compartir con nosotros su bocadillo.
Ese viejo Guardia, estuvo velando a Juan Ignacio el día de su asesinato.
Después de esos terribles diez días de incomunicación y tortura, pasamos a disposición judicial, declaramos ante el Juez, y a partir de ese momento, levantaron la incomunicación y el destino me otorgó, compartir celda con Juan Ignacio. Suerte la mía, el consuelo y los ánimos de nuestro Jefe, levantaban a un muerto.
Como no podía ser de otra manera, el juez tuvo que poner en libertad a Juan Ignacio, las pruebas de su inocencia eran más que contundentes.
Muchos de nosotros íbamos a ser enviados a prisión. Aún recuerdo a nuestro Juan abrazándonos uno a uno, prometió luchar a brazo partido para sacarnos de la cárcel, nos explicó nuestra nueva misión, llevar la lucha por España, a las cárceles de nuestra Patria, que ya por aquella época, empezaban a llenarse de jóvenes patriotas.
Nunca olvidaré nuestro traslado a prisión, la Guardia Civil, nos esposa de dos en dos, nos hace subir a un gigantesco furgón, la zona de los cristales estaba opaca por el metal, y había en la parte superior un ventanuco muy pequeño.
Apenas el furgón sale de los Juzgados, se interrumpe la marcha del mismo. Nos subimos a los asientos, asomamos nuestras caras por los ventanucos y allí estaba nuestro Juan Ignacio, rodeando el furgón, como haciendo la guardia de honor, brazo en alto, cantando las estrofas de nuestro cara al Sol. Todos los que en ese momento me importaban, mis padres, mi novia que años después sería la madre de mis hijos, mis mejores amigos y camaradas, todos sin excepción, comandados por nuestro Jefe, que después de doce días de encierro y tortura, en vez de irse a su casa a descansar, estaba dando el último adiós a los suyos.
Nunca olvidaré esa imagen, nosotros desde el interior del furgón, extendimos como pudimos, nuestros brazos esposados de dos en dos, para entonar aquel Cara al Sol imposible, porque la emoción ahogaba nuestro canto. Lastima no haber tenido, un “Amo del calabozo” para inmortalizar ese momento.
El entierro del Camarada caído, sería sin duda alguna, la última victoria de nuestro Jefe.
Había venido para la ocasión toda una compañía de la Reserva de la Policía. La orden era tajante y contundente. Juan Ignacio sería llevado al cementerio en coche fúnebre, y de ninguna de las maneras, sería trasladado a hombros por las calles de Madrid. Así nos lo comunicó, un Comandante de la Policía Nacional, viejo conocido por todos nosotros, famoso por su falta de escrúpulos y poca tolerancia, naturalmente, solo hacia nosotros.
Juan Ignacio era llevado a hombros, por los suyos, las calles de Madrid se iban inundando de gente que respetuosamente mostraba su admiración hacia el líder asesinado. Gentes que levantaban el brazo a su paso, banderas desde los balcones.
La orden de Rosón era contundente, no se podía permitir que el Líder Falangista fuera enterrado por las multitudes. Cada minuto que pasaba más gente se unía a la comitiva.
En Atocha, las fuerzas policiales cargan sin piedad y con una brutalidad sin precedentes. El féretro de Juan Ignacio, cae sonoramente al suelo. Los camaradas que lo portaban son salvajemente apaleados. Se produce el milagro, Los más jóvenes, casi niños, me atrevería decir, junto a varias de nuestras bravas muchachas, relevan a los camaradas heridos, el primer cinturón de defensa del sepelio, rodea a los “profanadores” y se enfrentan en una batalla campal sin precedentes.
Rápidamente se comunica al segundo cinturón de defensa, situado en embajadores y en las inmediaciones al Estadio Vicente Calderón, que actúen, al segundo son volcados varios coches, cocteles por las calles de Madrid, la finalidad es clara, dividir a las fuerzas provocadoras. La maniobra perece tener éxito.
Juan Ignacio entra triunfante a hombros de sus camaradas, a la Sacramental de San Justo. Allí su padre entonará emocionado las estrofas del “Cara al Sol”.
Un mes después, cientos de militantes, serán detenidos, torturados y exterminados, por un sistema corrupto. Las cárceles españolas se abarrotarán de jóvenes patriotas, y los más afortunados conseguirán exiliarse durante muchos años fuera de España. Mi recuerdo y admiración por todos nuestros cautivos.
Juan Ignacio, sentó unos cimientos de unidad, su féretro fue llevado por todos los grupos nacionales de la época, Primera Línea de la Falange, Fuerza Joven y Frente de la Juventud, todos unidos, en un simbolismo, que años después, sus herederos, debemos mantener y fomentar. Los desencuentros ya los dictaminaron los romanos, con su divide y vencerás.
¡Qué perra vida, siempre acaba con nuestros mejores!
Que magnifico fue ese hombre, incluso después de muerto, ganó su última batalla. Y es en la actualidad que su bandera se sitúa más alta que nunca, su imagen, casi desconocida, empieza a ondear en las ciudades y pueblos de España. Nuestros jóvenes empiezan a conocerlo y a preguntarnos, a los que si tuvimos el honor de estar a su lado, quién era ese gran personaje, que sin apenas medios, hizo tambalear los cimientos del putrefacto sistema.
Obligados estamos todos, asistir a los actos organizados por La Asociación In Memoriam Juan Ignacio, el próximo sábado día 15 de Diciembre. Allí estaré, en la Iglesia de San Manuel y San Benito de la Calle Alcalá, a las ocho treinta. Luego desde ese mismo lugar partiremos en manifestación hasta la sede del Frente de la Juventud reivindicando mas que nunca, treinta y un año después ¡JUSTICIA!
Abelardo Pons.
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