Buenos días camaradas y amigos:
En primer lugar, quisiera agradecer el esfuerzo realizado por los militantes de las distintas organizaciones aquí presentes, que para publicitar este acto han tenido que sufrir, no solo las inclemencias del tiempo en estas noches con temperaturas bajo cero, e incluso nevando mientras colocaban carteles y pegatinas, sino, y lo que es peor, la persecución policial de estos mercenarios del sistema que parecen tener más empeño y estar mas a gusto persiguiendo a los patriotas que a los terroristas del bar Faisán, por ejemplo.
Cuando hace casi ochenta años, José Antonio Primo de Rivera dijo que la monarquía era una institución gloriosamente fenecida, no lo dijo por hacer la frase bonita del día, ni para ganar concurso literario alguno. Lo dijo, entre otras cosas, porque había vivido en primera persona la traición, no solo a su padre, el General Miguel Primo de Rivera, sino a España y a los españoles, de aquel otro cobarde y vividor que se llamó Alfonso XIII.
Aunque los falangistas, que nos declaramos republicanos, reconocemos que a lo largo de nuestra historia ha habido algunos, pocos, buenos monarcas, éstos pocos han sido buenos para españa, no por el hecho de haber sido monarcas, si no por su valia personal. Y hubiera dado igual que hubieran sido pescadores o mineros, que no tiene nada que ver con los títulos que se heredan. Por eso, la inmensa mayoría de nuestros monarcas, y toda la aristocracia que les ha acompañado, han sido desastrosos para nuestra patria, sobre todo en los últimos 300 años. Y de entre todas esas monarquías perniciosas y negativas, ninguna peor que la de los borbones.
Con ellos empieza nuestro camino al precipicio de las vergüenzas: guerras civiles, pérdidas del imperio y de las provincias de ultramar, y la ruina económica, política y social, que serán a partir de entonces, y hasta ahora, el pan nuestro de cada día.Y el ejemplo de la inutilidad de la monarquía y de los efectos nefastos para españa, lo tenemos en su último representante. El perjuro, vividor, corrupto y felón, llamado Juan Carlos de Borbón.
Ese  personaje, protegido a capa y espada por la prensa, la clase política, la Iglesia y la cúpula financiera, que se ha hecho multimillonario a costa de las comisiones que ha cobrado en función de su cargo de jefe del estado, vendiendo y comprando favores en forma de petróleo, gas, armas, etc., etc. Lo que le ha permitido amasar una fortuna de la que no disponía cuando ocupó el trono en aquel lejano noviembre de 1975.
Este monarca, cabeza visible de la corrupción generalizada que bajo su reinado se ha extendido por toda España, seguramente siguiendo su ejemplo, y al amparo de esa casa real, convertida en una verdadera cueva de ladrones, de la que no olvidemos, es el máximo responsable.
Se ve que la asignación que le pagamos entre todos a través de los presupuestos generales del estado no le es suficiente para vivir como un auténtico majara, que es lo que es, y necesita sobresueldos, para él y para toda su nefasta familia, aprovechando que la basura de constitución que legitima su reinado, no le hace responsable de sus actos. Vamos, y con perdón, como un auténtico subnormal, pero que se ríe, un día sí y otro también de todos nosotros.
 ¿Cómo ha podido permitir durante todos estos años, si no es porque le ha ido bien mirando hacia otro lado, el que se le haya insultado en público, y no solo a él, que es lo que se merece, sino a los símbolos de España como son su bandera y su himno?
¿En qué otro país del mundo, el jefe del estado permite semejantes insultos, sin tomar medidas contundentes contra quienes lo hacen o lo promueven? Menudo capitán general está hecho este mierdecilla.
Si no es capaz de defender los símbolos sagrados de España,  que haga como su abuelo, el cobarde de Alfonso XIII, que huya de España y se dedique ya, con total libertad, a cazar osos borrachos o elefantes moribundos, mientras el país se consume en la miseria, y él piensa a quien acuesta esa noche en su cama, para bochorno de esa, que menudo papelón hace, y que responde al nombre de Sofía.
Por cierto, que al hilo de esto, me viene a la mente aquella mítica frase del falangismo de los 70 de:
“Juan Carlos, Sofía, la horca está… vacía”.
Total, para lo que valen.
Desde algunos medios de comunicación, no dudéis que manipulados, llevan un tiempo planteando la posibilidad de que el rey abdique, con el único objetivo de salvar la cabeza de la monarquía.
Los falangistas decimos que esa no es ninguna solución, sino perpetuar el problema, porque el llamado príncipe de Asturias tiene los mismos intereses bastardos de su familia, agravados por el hecho de compartir alcoba con esa periodista progre y pro-abortista, muy conocida en los ambientes de bacanales y orgías donde, al parecer, era bastante aplicada.
Si en los últimos 35 años, las instituciones, llamadas democráticas, empezando por la monarquía, y siguiendo por los distintos gobiernos y parlamentos, no han servido más que para acabar con la unidad nacional, con la justicia social y con la dignidad de este pueblo, antes orgulloso, los falangistas decimos, alto y claro, que hay que acabar con ellas y cuanto antes, mejor.
Se han permitido referéndum ilegales durante años, sin que sus promotores hayan tenido problema alguno con la justicia. Mientras a los patriotas se les detiene, multa y expulsa, por ejemplo de los campos de fútbol por exhibir banderas de españa, los separatistas, amigos de los terroristas, campan a sus anchas sin problema alguno.
Se abren las llamadas embajadas catalanas, vascas o gallegas por medio mundo, ninguneando las representaciones diplomáticas españolas y a nadie se le ocurre obligar a que se cierren, ejerciendo el derecho de España a ser el único interlocutor con los países donde se establecen.
Se han incumplido de forma sistemática las sentencias del tribunal supremo y del constitucional, sobre educación o sobre la reforma del estatuto de autonomía de Cataluña, por ejemplo, sin que ningún gobierno las haya hecho ejecutar como le obliga la ley. Se ha entregado a los separatistas la educación de al menos una generación de catalanes, vascos, gallegos e incluso valencianos, y se les ha enseñado en el odio a España.
Camaradas: el formar unidades ingentes, como la que formó España, es tarea de muchas generaciones al servicio de un constante esfuerzo, y supone el sacrificio de siglos. Deshacer esa unidad es mucho más fácil, inoculando en los jóvenes el virus del separatismo a través de una educación viciada desde su comienzo.
Aunque como dijo José Antonio:
“Siempre habrá en un pueblo, entre sus jóvenes, gentes dispuestas a mandar fusilar por la espalda, sin titubeo, a racimos de traidores.”
En parlamentos autonómicos, ayuntamientos, diputaciones, e incluso academias de policías autonómicas, no ondea una bandera de españa hace años, y nadie ordena restablecer la legalidad, mandando, si hace falta, un piquete militar para que la ize, y la defienda si hace falta, a sangre y a fuego.
El llamado parlament de Cataluña, ha aprobado hace bien poco una declaración de independencia y los poderes del estado no han tomado ninguna medida de fuerza, con contundencia y sin complejos, ante el desafío planteado.
La Guardia Civil, al día siguiente, tendría que haber acudido al domicilio del presidente del parlamento catalán y después de haberle detenido, debía haberle hecho comer literalmente esa llamada declaración de independencia, hoja por hoja.
Quizás suene muy duro e incluso fuera de lugar lo que estoy diciendo, pero es que llevamos ya demasiado tiempo contemporizando con esta situación y con estos bastardos separatistas, que han impedido que España aúne todos sus esfuerzos para conseguir ocupar de nuevo el puesto que le corresponde en el mundo. Los que queremos a España, decimos viva Cataluña y viva Galicia, como decimos viva Castilla y viva Andalucía. Porque todas ellas, hermanadas, fueron capaces de deslumbrar al mundo.
Sería sencillo caer en el insulto fácil a Cataluña, a Vascongadas o a Galicia, entendiéndolas mal, o no queriendo entenderlas, y los falangistas no lo vamos a hacer, porque sería estúpido el ocultar la cabeza bajo el ala, como hacen quienes dicen que Cataluña ni tiene lengua propia, ni tiene costumbres propias, ni tiene historia propia, ni tiene nada de nada, que solo es un problema mercantil. Si eso fuera así, naturalmente no habría semejante problema.
La justificación de la existencia de España está en una cosa distinta:
España no se justifica por tener una lengua, ni por ser una raza, ni por ser un conjunto de costumbres, sino que España se justifica, por una vocación imperial de unir lenguas, de unir razas, de unir pueblos y costumbres para un destino universal. España es así, ha sido varia, y su variedad no se opuso nunca a su grandeza, más bien al contrario.
Habrá que alcanzar el grado de descentralización administrativa que corresponda.
Eso si, siempre y cuando no se corra el riesgo de que a quien se le entregue semejante derecho, lo use para ahondar en las diferencias con el resto de las tierras de España. Eso jamás, eso se llama traición y se paga con la vida.
Por eso, los falangistas pedimos la supresión inmediata, sin contemplaciones, de todos los estatutos de autonomía, lo que conlleva el cierre de parlamentos y gobiernos autonómicos, y la devolución inmediata de las competencias transferidas y utilizadas como arma arrojadiza contra la unidad de España.
La casta política y financiera de estas regiones han aprovechado unos sentimientos, en su propio beneficio, para medrar, robar e instaurar una corrupción generalizada.
En la década de los años setenta, los partidos políticos de la oposición al régimen anterior, utilizaron el hecho regional como ariete, pasando los separatistas a tomar carta de naturaleza en los partidos políticos a nivel nacional. Especialmente en el Partido Comunista y en el PSOE.
Los llamados partidos democráticos abrazaron las banderas separatistas para acosar al régimen, y ayudados por la Iglesia y por las burguesías locales, penetraron en el tejido social, lo que aprovecharon para radicalizar sus posturas: Convergencia i Unió en Cataluña,  el PNV en Vascongadas, y el BNG en Galicia. Se lanzaron al abismo empujados por las actitudes violentas y terroristas de ETA o Terra Lliure.
Algo que sería impensable sucediera en cualquier parte del mundo pasa aquí.
En españa se emplea el sentimiento separatista a plena voz, de forma legal y sin problema alguno, como instrumento normal de comunicación política para acabar con la misma existencia de españa. Totalmente inaudito.
El germen destructor de España  de esa unidad lograda con tanto esfuerzo, crece a sus anchas ante la inhibición manifiesta y sin rubores, de un estado que ha hecho dejación de sus funciones en determinadas regiones de España, con unos complejos estúpidos que nos han llevado hasta la situación de ruptura en que nos encontramos.
El PP y el PSOE, por un puñado de votos y para perpetuarse en el poder, han pactado con los separatistas otorgándoles cuotas de poder, inimaginables ni para ellos mismos.
Todavía nos acordamos de aquella celebración frente a la sede del PP en la calle Génova de Madrid  cuando Aznar ganó por primera vez las elecciones, y lo que vociferaban sus seguidores. Os acordáis de aquello de: Pujol enano, habla castellano. Pues eso gritaban los seguidores del PP, justo antes de que Aznar pactara precisamente con el enano y le transfiriera competencias como ni siquiera el PSOE había hecho, y el castellano pasara a ser una lengua proscrita en Cataluña.
Algo que no fue un hecho aislado, como cuando durante el gobierno de Zapatero, la chusma de clase política se dedicó, a contrarreloj, a reformar todos los estatutos de autonomía, y el PP votó a favor en, por ejemplo, conceder el estatus de nacionalidad a Andalucía. Toma castaña pilonga.
O cuando el traidor y vende patrias de Zapatero, dijo que aceptaría lo que viniera de Cataluña se supone que incluyendo la separación de España, como parecen pedir sus afiliados en Cataluña. Y es que los dos partidos mayoritarios, por lo menos en cuanto a corruptelas se refiere, no han tomado medidas ejemplarizantes contra la insaciable actitud de los partidos separatistas, y mucho nos tememos que no las van a tomar, porque en su misma esencia de existir como partidos llamados democráticos, les impide semejante actitud de valentía y de usar las armas de la contundencia con quienes se atreven a semejante desafío independentista.
España es una realidad histórica, síntesis de todo un proceso multitudinario y multirracial que a la luz de la Fe del Cristianismo, realizó una inigualable acción misionera, ecuménica, humanitaria y humanista.
Todas las circunstancias que, en los mil quinientos años de existencia de España  han nutrido nuestra historia, desde la monarquía visigótica hasta nuestros días,  han estado presididos o influidos por el espíritu del Cristianismo. Todo un sentido de la manera de ver la vida, servido hasta el martirio y el heroísmo, ha dirigido la acción de España y la ha llevado a todos los confines de la tierra.
España es irrevocable.
Los españoles podremos decidir acerca de cosas secundarias; pero acerca de la misma esencia de España no tenemos nada que decidir. España no es nuestra, como objeto patrimonial. Nuestra generación no es dueña absoluta de España.
La ha recibido del esfuerzo de generaciones y generaciones anteriores, y ha de entregarla, como depósito sagrado, a las que la sucedan. Si aprovechara este momento de su paso por la continuidad de los siglos, para dividir a España en pedazos, nuestra generación cometería para con las siguientes, la más alevosa traición que se pudiera imaginar.
Camaradas: luchemos en pos de un solo y verdadero imperio.
El de la escala cristiana de valores, cuya eternidad y vigencia afirmamos, aceptándolos y sirviéndolos, mediante unas instituciones inspiradas en nuestra revolución nacional.
Una verdadera revolución, que nos lleve a una España viva, transcendente, concitadora de pueblos y de razas, en marcha hacia la plenitud y la grandeza que un día tuvimos, y a la que los falangistas esperamos volver.
Muchas gracias por vuestra presencia y Arriba España.
*Discurso pronunciado por Manuel Andrino, Jefe Nacional de La Falange, el pasado 3 de marzo en el acto de la España en Marcha contra el separatismo.