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sábado, 12 de enero de 2013

Estirpe y sangre de España

Uno de los mitos mas ampliamente difundidos es la pretendida mezcolanza racial del español. ¿Cuantas veces no hemos odio a nuestros ilustres intelectuales y políticos defender la inmigración y tolerancia fundándose en la pretendida España mestiza? En las tertulias y las columnas de los medios de comunicación se nos recuerda una y otra vez que el pueblo español es fruto de la confluencia de razas varias, en especial de los semitas (Árabes y hebreos). Sin embargo, que hay de realidad en ello?
A finales del siglo XIX los nacionalismos estaban en boga. El racialismo y el análisis racionalista de los tipos humanos se empeñaban en afán legitimidad a las ideologías nacionalistas que sirvieron de base pare crear nuevos Estados como Alemania o Italia, fomentar el amor a las pequeñas patrias (son los inicios del nacionalismo independentista de pueblos como el vasco, el flamenco, etc.), mientras los Imperios se desmoronaban estrepitosamente. Algunos autores (Gobineau, Chamberlain) comprendieron que la cuestión no eran los pequeños localismos sino la defensa de la raza "Aria", termino que englobaba a la raza blanca y excluía a los "blancos" no europeos (entiéndase turquestanos, semitas, etc.).
En España el nacionalismo conservador se acentúo al tiempo que crecía la euforia entre nuestros pensadores. El desastre del 98, las crisis sociales, la no participación en la 1ª G.M., propiciaron un aislamiento de nuestro país de las nuevas corrientes intelectuales que recorrían Europa. Los historiadores nacionalistas conservadores pretendieron igualmente hallar la figura racial del "Español" como algo genérico y diferenciado del denostado "Europeo" al tiempo que pudiera combatir doctrinalmente con las teorías autonomistas de la burguesía vasca y catalana que bebían de fuentes racialistas (Sabino Arana, el Dr. Robert, por poner algunos ejemplos). Una corriente historiografía que llegara a monopolizar el espectro durante el franquismo cuando la autarquía y el renovado aislamiento le llevo a revivir estas teorías.
La escuela de Menéndez Pidal sentaba cátedra en nuestras universidades. España ni era europea ni era una mezcla de judíos y moros, para la ideología dominante el "español" era un prototipo racial individualizado. De esta forma se podría explicar el aislamiento de España del contexto europeo y fundamentar una supuesta singularidad "Española" dando satisfacción a los sentimientos antieuropeos y racialistas al mismo tiempo de los reaccionarios españoles. Sin embargo fue el germen en la década de los años 30 para la aparición de otro mito igualmente falseado: la supuesta mezcolanza del pueblo español. Autores como Américo Castro, procedentes del campo liberal, encabezaron la teoría que España era un "Crisol de razas", singular por tanto, producto de la mezcla racial de todos los pueblos que habían pasado por ella durante miles de años. Con ello seguían manteniendo la teoría de la singularidad del "español" adaptaban el sentir ecuménico/internacionalista de los católicos españoles que seguían las doctrinas de la Iglesia que se oponía a cualquier forma de racismo. Se lograba de esta forma atraer al campo "políticamente correcto" , como lo denominaríamos hoy, una visión de España que podía ser admitida incluso por los nacional-catolicos que monopolizaron e1 franquismo en su intento de lograr una apertura hacia el exterior, hacia con mayor grado de tolerancia la inmigración masiva.mación racial de España.
La realidad es, sin embargo, muy distinta. Ello es fácilmente palpable cuanto se viaja de norte a sur, de este a oeste. No obstante, las facilidades de movilidad geográfica que se han producido en la segunda mitad del siglo XX han unificado mucho las distintas regiones. Cuando se analiza detalladamente la composición racial de España se puede decir, sin animo de generalizar, que el "español" como raza o etnia no existe. El "Español " es, y es algo de lo que debiéramos enorgullecernos, el ejemplo perfecto del europeo.
Europeos eran los pueblos que vivían en el territorio que hoy conocemos por España cuando llegaron las sucesivas inmigraciones celtas. Europeos los romanos que de todos los confines del Imperio llegaban a Hispania, como europeos, los vándalos, los suevos, germanos que llegaron en la Alta Edad Media que fueron forjando la herencia biológica prerromana de los pueblos peninsulares. Incluso nos atreveríamos a decir que europeos fueron los pueblos beréberes del norte de África, hoy en decadencia gracias a la infiltración de las razas de color subsaharianas.
España se forjo con la integración de los diferentes pueblos que fueron llegando y los que existían, decimos integración pues no es un mestizaje cuando se produce entre pueblos étnicamente compatibles y complementarios.

La creación de España como Nación es consecuencia de la unión entre europeos, los escasos elementos extraeuropeos que residían aquí fueron sucesivamente expulsados (judíos y moros en el siglo XV, moriscos mas tarde, en el XVIII) hasta lograrse la unidad nacional que pasaba por una unificación racial también, al igual que sucediera en países como Francia o Alemania.
El elemento semita, entiéndase árabe y hebreo, únicamente dejara un poso cultural y religioso, nunca demográfico. La España musulmana, tan popular hoy en día era europea, con otros atuendos, religión y lengua, pero europeos racialmente tanto como lo eran los cristianos del Norte. Escribe Menéndez Pidal al respeto, que en el siglo XIV de los 200.000 habitantes de (Granada apenas si 500 fueran moros de raza. Incluso los "moros", cuya clase dirigente en muchos casos eran europeos islamizados (No olvidemos que en Siria, donde estaba el califato de Damasco o en Irán, Bagdad, el elemento blanco es considerable). Los califas de Córdoba eran conocidos por sus ojos azules y porte europeo. Los Árabes que llegaron a España debieron no ser más que unos miles de hombres, a los que los guerreros de las tribus beréberes se les unieron. El Estrecho era entonces, no como ahora, un paso infranqueable para pueblos nada habituados a prácticas marineras.
En cuanto a la supuesta mezcla con los hebreos, cuya clasificación como pueblo o etnia es difícil, esta tampoco existió. Una voz tan cualificada como la de Salvador de Madariaga se quejaba precisamente de no haber logrado mantener este grupo en España pues "al des-hebraizarse... España se deseuropeizo en igual proporción ". Ya Sánchez Albornoz nos ha demostrado de manera clara que jamás hubo confraternización sanguínea entre los judíos de España y el pueblo llano, quizás algunos que se diluyeron en la sociedad española tras siglos desde su conversión al catolicismo y cuyo porcentaje, ínfimo en el conjunto del pueblo español, no puede calificarse como mestizaje en modo alguno. Los judíos, por otro lado, que residían en España eran de origen sefardita, quedando muy pocos de aquellos hebreos que vinieran de Oriente próximo en la época del Imperio romano. Un grupo que en nada se parecen a los judíos de hoy, encarnados en la figura del judío oriental, asquenazi, de procedencia eslava y turcomana. Se podría incluso aventurar que muchos de los judíos residentes aquí serian judíos de religión que no racialmente, fruto de las conversiones en la etapa de conclusión cristiano/judía de principios del milenio.
Tras la expulsión de los judíos y la derrota de los musulmanes, con la emigración de las clases dirigentes que aun conservaban el tronco racial semita, España se purifica racialmente. Los caballeros godos y sus hombres, llegados de todas partes de España pero también de Europa, se asentaran por toda la geografía. Los soldados astures y Cántabros de los monarcas que establecen en las sierras andaluzas, hay muchos toponímicos que así lo recuerdan, como borgoñones, alemanes, italianos los que deciden que quedarse. Los catalanes marchan hacia Alicante y Murcia. Se producirán repoblaciones demográficas con campesinos holandeses, franceses y alemanes que llegaron durante las guerras de religión que asolaron Europa durante los siglos XVI-XVII. igual a Europa.
Si hemos de buscar un país europeo que mejor refleje el sentir de Europa este seria España. A pesar de los intentos de destruir la conciencia europea, el español siempre se ha considerado parte de este proyecto común, aunque décadas de adoctrinamiento hayan querido llevarnos por otros derroteros. Aparte de la lengua y la religión, que es ciertamente un elemento integrador importante, no hay nada que nos una a la Hispanoamérica indígena aunque sea un sueño imperial que levante pasiones. Un polaco se integrara en la sociedad española sin problemas, en cuanto aprenda el idioma, mientras que un negro dominicano siempre será un elemento extraño. Un hijo de rumanos llegados a España será español sin fisuras, pero un indio quechua que haya nacido en Madrid jamás formara parte de nuestra concepción vital de la historia, para el (Carlomagno, las Cruzadas, los héroes y leyendas, en definitiva (que como interpreta Carlyle conforman los pueblos) serán elementos con los que no se puede identificar, como tampoco lo estaban sus descendientes.
Esta es la mejor prueba de que España es Europa, los europeos están unidos por un extraño vinculo de sangre.

S.E Norling.

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