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viernes, 13 de julio de 2012

Las Navas de Tolosa: los Borbones pasan; los falangistas, no


PS
[11.julio.2012] El Ayuntamiento de La Carolina, sí o sí, va a celebrar, del 13 al 16 de este mes de julio y sin apenas ayudas oficiales*, el octavo centenario de la gran victoria de Las Navas de Tolosa.
Esta cruenta batalla entre las tropas cristianas y los invasores almohades marca un antes y un después en la cruzada contra el islam en Hispania: representa, de hecho, el principio del fin del yugo mahometano en la península —que concluirá, felizmente, en 1492 con la toma de Granada por Isabel y Fernando— y fue una audaz a la par que arriesgada iniciativa bélica de Alfonso VIII de Castilla, Rodrígo Ximénez, a la sazón arzobispo de Toledo, y del propio papa Inocencio III.
A la conmemoración en La Carolina de este evento trascendental para la historia de nuestro pueblo no asistirá representante alguno de los Borbones.
No tiene nada de extraño. Si ningún miembro de la familia real asistió al bicentenario de la batalla de Bailén, en 2008, en la que el general Castaños derrotó a su homólogo francés Dupont, en un enfrentamiento que marcó el inicio de la progresiva retirada de las tropas napoleónicas de nuestro país y, de rebote, la entronización de «El Deseado», el Borbón que reinará con el nombre de Fernando VII, ¿qué tiene de raro que Borbón alguno no aparezca por la población jiennense a conmemorar hecho de armas tan «distante» en el tiempo?
La afrenta a Bailén y ahora a La Carolina —a los españoles todos— no es pura casualidad sino que, por el contrario, obedece a una lógica.

Los Borbones son, no se nos olvide, una casa de extirpre extranjera. No es de extrañar, pues, que lo «hispano», lo «español» les resulte ajeno, incluso irritantemente incómodo. España ha sido y es para esta familia lo más parecido a un cortijo, un modus vivendi, una plataforma desde donde hacer caja y acumular patrimonio para sí... y sólo para sí. El informe «Forbes» es suficientemente elocuente en tal sentido: sitúa la fortuna amasada por los Borbones «españoles» entre las quince mayores del continente.

Históricamente, en caso de contratiempos, el Borbón huye —el cobarde Alfonso XIII— o se disfraza de «exiliado demócrata» en la proletaria Estoril —Juan, el padre del actual jefe del Estado—, para seguir disfrutando de las rentas amasadas y a la espera de que concretas oligarquías monarco-financieras les faciliten el retorno; esto es, la posibilidad de volver a sanguijuelear al socaire de una suerte de «ley divina» que les otorga el «reinado» de un país y un pueblo que, en principio, carecen del derecho a decidir de qué manera quieren gobernarse.
Si los Borbones fueron incapaces de asistir a Bailén, insistimos, la lógica borbónica nos conduce a que el octavo centenario de la batalla de Las Navas de Tolosa ni les vaya ni les venga. Para ellos el triunfo de la cruz sobre la media luna debe ser lo más parecido a una repelente fruslería. La reiterada presencia de la esposa de Juan Carlos I en las reuniones del siniestro club masónico Bildelberg habla por sí misma, pero tal vez no sea éste el argumento más sólido. Los borbones están en perfecta sintonía con familias como la wahabita saudí o la de Abu Dhabi que, en fecha no tan lejana, tuvo a bien regalar —¿a cambio de qué?— a Juan Carlos cuatro Ferrary por un montante de un millón de euros. Desde 1975, éste ha recibido, sin una sola grieta en sus relaciones, el apoyo de las satrapías del Golfo, de ahí que sea absolutamente coherente que el actual jefe del Estado se niegue en redondo a conmemorar una trascendental derrota de aquella jihad para evitar ofender, así, a sus «queridos hermanos», abanderados y motores hogaño, bajo el paraguas del criminal-imperialismo norteamericano, del fundamentalismo islamista más rampante.
Para los falangistas —no nos cansaremos de repetirlo— los Borbones sobran. Los falangistas somos republicanos y aspiramos a la vertebración de una República de carácter inequívocamente nacional-sindicalista; esto es, radicalmente incompatible con este tipo de colectivos parasitarios, en las antípodas de la única aristocracia que reconocemos: la del trabajo. Pero además, y esto es muy importante subrayarlo, los falangistas propugnamos un sistema político que, vacunado contra amnesias, memorias selectivas, complejos de inferioridad y cualesquiera otras formas de autoodio, abrace toda su historia, con sus luces y sus sombras, con sus momentos gloriosos y sus avatares ignominiosos.
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* Actualmente la Junta de Andalucía debe al Ayuntamiento de La Carolina más de medio millón de euros y aún así, el gobierno que preside el socialista José Antonio Griñán, no ha concedido ni un céntimo para la conmemoración del centenario de Las Navas de Tolosa. Por contra, y por poner sólo un ejemplo menor, la Junta subvencionaba con 7.000 euros, el pasado mes de junio, una exposición de «comic manga» en Granada.

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